Cae el imperio de la droga de El Bola, la tercera generación del clan de Los Gordos en la Cañada Real
La Policía Nacional detiene a una veintena de miembros de una red criminal, que se organizaba con turnos y libranzas y que operaba desde un búnker con siete puertas acorazadas


Para acceder al chute era necesario esperar en la puerta a que se desactivaran todas las medidas de seguridad. Era un auténtico búnker con siete puertas acorazadas y un trasiego constante. Ese edificio era la base de operaciones de una organización criminal compuesta por 20 personas que acaba de caer en la Cañada Real, en el corazón del mayor asentamiento ilegal de toda Europa. Los miembros de la trama tenían tal organización que contaban con horarios establecidos, turnos, libranzas y cobraban comisiones en género.
A la cabeza estaba Ricardo H., conocido como El Bola, tercera generación del clan de Los Gordos que asciende al trono de la droga en la Cañada Rea para acabar cayendo. El cabecilla acumulaba detenciones, la más importante de ellas hace 13 años, cuando tenía 25 años y consiguió permanecer seis años oculto de la justicia y estaba aprendiendo los pasos de su padre. Ahora, con 38, ya era el verdadero líder de todo un imperio y residía en Rivas Vaciamadrid, a una distancia prudencial de su centro de negocios. Ahora, está en prisión por orden del juez.

“Vimos detalles que no se ven en un simple menudeo, había una afluencia constante, lo que nos indicó que debía de haber una cantidad permanente de sustancia a la venta. 24 horas”, ha explicado el inspector Draco, jefe del Grupo Operativo de Investigación Zonal.
Después de tres años de investigación, los investigadores de la Policía Nacional concluyeron que se trataba de una auténtica organización criminal que proveía heroína y cocaína por doquier. “No es fácil montar un entramado en La Cañada. Hay que tener contactos, estructura, experiencia y conocimiento”, ha señalado el investigador.
Se han practicado cuatro entradas y registros en los que han sido intervenidos más de 8.000 euros, un arma larga, cartuchería y dos vehículos, uno de ellos de alta gama. El entramado estaba compuesto por tres niveles que la policía fue desentrañando hasta llegar a la cúspide, que ocupaba El Bola.
El nivel intermedio lo integraban por los regentes de la vivienda, el búnker, localizada en la Cañada Real, formado por personas “de máxima confianza” y se encargaban tanto de recibir la droga que tenían que vender en un concreto plazo de tiempo como de custodiar el dinero que iban a entregar posteriormente al principal responsable.
Finalmente, en el eslabón más bajo, estaban los conocidos en el argot policial como aguadores, que eran los encargados de alertar al nivel intermedio de la presencia policial. Habitualmente, realizaban diversas funciones a cambio de dosis de sustancia estupefaciente.
“En estas investigaciones ves el drama de la droga, dónde y cómo viven los que van andando buscando una chuta [sic], un menor que ha nacido en el hospital con síndrome abstinencia... Eso es lo que llama la atención: el drama humano”, ha asegurado el inspector responsable de las pesquisas.
La detención y desarticulación de este entramado puede dejar un nuevo vacío de poder en la zona, aunque la policía no espera batallas para ver quién se hace ahora con el control. En el área hay un oligopolio entre un puñado de bandas desde hace años, que se van alternando en la cúspide ante los golpes policiales que debilitan a sus contrarios.
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