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Dentro de un desalojo por las vías del Metro de Madrid: “Ya estamos viviendo otro momento histórico”

Los trabajadores del servicio de transporte público ayudaron a los pasajeros a acceder a los andenes

Estación de Suanzes de la línea 5 del Metro de Madrid, este lunes durante el apagón.Foto: César Vallejo
Virginia Martínez

En torno a las 12.30, una de las líneas 5 de Metro de Madrid paraba a unos 100 metros de la estación de Pueblo Nuevo, en la calle Alcalá.

—Voy a reiniciar la luz del tren, no se asusten—.

El maquinista anunciaba por megafonía que la estación de Pueblo Nuevo no tenía electricidad, lo que impedía la circulación por la falta de tensión. Y utilizó el clásico recurso de apagar y encender. No funcionó. Nadie tenía cobertura, el conductor tampoco podía comunicarse con el servicio de Metro. Pasada ya media hora, muy nervioso, el maquinista entró en el primer vagón con una linterna en la mano y pidió que algún pasajero joven le ayudase.

—Yo no puedo abandonar el tren, necesito que algún pasajero joven vaya hasta la estación a decir que estamos parados—.

La gente se miraba con incredulidad y con cara de a ver quién iba a ser el voluntario. Un chico de unos 20 años se propuso y se lanzó a la vía. El nerviosismo empezaba a cundir dentro los vagones, también el calor.

—Siéntense que ahora les canto otra canción—.

Uno de los músicos que suele ir cada día en el Metro bromeaba y entretenía a los pasajeros. Pasados otros diez minutos, a lo lejos, a través de la puerta del maquinista, la luz de la linterna del joven comenzó a acercarse de vuelta al vagón.

—Me han dicho que no podemos bajar, que se ha ido la electricidad en toda la estación.

Al comentario del chico siguió el de otra pasajera.

—¡No habrá sido un apagón en toda España!—.

La hipótesis, en ese momento imposible, de la mujer, provocó las risas de otros pasajeros. Pero la inverosímil conjetura se volvió una realidad cuando aparecieron dos trabajadores del Metro.

 —Ha sido un apagón a nivel nacional—.

El anuncio desembocó en estupefacción y en alusiones a la rocambolesca teoría de la pasajera, que al final llevaba razón, ante la sopresa del resto. Posteriormente, dos agentes de la Policía Nacional subieron al vagón y explicaron que se trataba de un problema que afectaba a “España, Portugal y el sur de Francia”. Una mujer de unos 40 años, que afirmaba haber pasado por Atocha durante los atentados del 11-M, empezó mostrar signos de ansiedad y a elucubrar sobre las posibles causas.

Transcurrida ya una hora del freno del tren, el maquinista sacó unas escaleras amarillas de debajo de los asientos para proceder a la evacuación. Abrieron las puertas y, con la ayuda de los trabajadores de Metro, las instalaron en dos entradas del primer vagón. Los pasajeros de los vagones siguientes comenzaron a llegar al primero. Una vez allí, dejaron pasar a una señora de unos 80 años, menuda, cargada de bolsas, para que fuera la primera en abandonar el convoy. El resto de los pasajeros fueron bajando uno a uno, de manera colaborativa, echándose una mano entre todos, pues las escaleras no eran estables.

Ya en la vía, los afectados anduvieron en fila india, alumbrándose con las linternas de los móviles y de los trabajadores de Metro. Muchos trataban también de documentar la escena con sus dispositivos a través de fotos y vídeos.

—Ya estamos viviendo otro momento histórico—.

Los comentarios de ese tipo se repetían entre los desalojados, experimentando otra escena distópica más. Tras avanzar a tientas por las vías, llegaban a la estación de Pueblo Nuevo. A un lado y otro del canal esperaban unos seis trabajadores de Metro más, que ayudaban a los pasajeros a subir hasta el andén. La primera mujer, la mayor, tuvo que ser alzada prácticamente en volandas. Una vez fuera, los pasajeros empezaron a ser conscientes de que lo que había ocurrido en su túnel era de una envergadura mucho mayor de lo que esperaban. Incluso para la señora a la que se le ocurrió que era cosa de toda España.

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Sobre la firma

Virginia Martínez
Es redactora en la sección de España y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en la sección audiovisual hasta verano de 2021. Antes cubrió información local en el diario Granada Hoy. Es licenciada en Derecho por la Universidad de Granada y en Periodismo por la Universidad de Málaga y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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