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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Zombis

El lobo ya ha llegado, dispuesto a convertir en zombis a los inmigrantes, a las feministas, a los activistas de izquierda, al colectivo LGTBI o quienes hablamos valenciano

Una mujer camina por una calle del barrio de San Antonio de Torre-Pacheco, entre pintadas.

El otro día fui al cine con mi amigo Raúl para hacer un poco más llevadera una tarde de julio en Xàtiva. Tras un pequeño referéndum para que eligiera entre tres películas, acabé decidiendo ver 28 años después, una de zombis de Danny Boyle. En realidad, el cine era la excusa para irnos a cenar y pasar un rato juntos. Y es que, conforme uno se hace mayor cada vez es más difícil encontrar un hueco para hacer planes con tus amigos. Tras la película, mientras cenábamos un bocata, me acordé de nuestro profesor de la asignatura de Teorías de la Comunicación en Madrid, Enric Saperas. Él fue uno de esos profesores que me dejaron huella, con aquellos acalorados debates sobre Lasswell, Adorno o Gramsci, en los que también hablábamos mucho sobre nuestro maltrecho sistema mediático.

En una de aquellas clases que tanto disfrutaba, Enric nos habló sobre los zombis. Nos explicó que estos habían servido a los Estados Unidos como herramienta para deshumanizar a los adversarios en algunos conflictos bélicos, utilizando para ello la infraestructura de industrias tan poderosas como la del cine o los videojuegos. El modus operandi era el siguiente: puesto que eran muertos vivientes, era necesario matarlos para que descansaran en paz, de manera que la violencia ya no era una opción posible entre varias, sino que era la única alternativa para salvarlos. En este contexto, los zombis aparecen desprovistos de identidad, e incluso a veces de rostro. Son sólo seres errantes, NPCs, como llaman ahora a los personajes planos y carentes de personalidad esos grandes incomprendidos que son nuestros chavales de la Generación Z.

Estos días, a tenor de los sucesos ocurridos en Torre-Pacheco, he estado reflexionando mucho sobre la gran capacidad que tiene la derecha radical para organizarse y lepenizar nuestra sociedad a pasos agigantados. Y lo hace aprovechando los elevados porcentajes de migrantes que han llegado a algunas zonas de España, con una gran presencia en el arco mediterráneo. No puedo evitar pensar que su estrategia es la misma que la de los gobiernos con los zombis: la deshumanización total de aquel a quien consideran enemigo, y a quien despojan sin contemplaciones de su dignidad, su identidad y su humanidad, aquellos atributos que nos constituyen como seres humanos.

Dice el consultor estadounidense Frank Luntz en su obra La palabra es poder que “las palabras que usas te definen” y que, al final, “te conviertes en las palabras que usas”. Por eso, el lenguaje deviene tan importante, y por eso los llaman “menas” y no “chicos”. Por eso, no es lo mismo hablar de un “incidente” aislado que decir que “en Torre-Pacheco ha estallado la guerra”. Y, si queremos evitar que la nuestra pase de ser la tierra de las flores, la luz y del color a otra menos deseable y apetecible, tenemos que estar preparados, porque hay miles de personas deseosas de ver arder Troya a la mínima chispa. Y, en València, de chispas y del poder purificador del fuego entendemos bastante. Es este un buen momento para que la izquierda valenciana deje de regalarle el discurso de la seguridad a la derecha y se ponga manos a la obra, como han hecho otros políticos como el chileno Gabriel Boric.

Venen temps de carrer. Y la izquierda necesita urgentemente un discurso sobre seguridad que enunciar sin miedo; sobre todo, necesita un programa para solventar los problemas estructurales que aquejan a nuestra maltrecha (e infrafinanciada) València y a sus depauperadas clases medias. Porque ya no basta con repetir que viene el lobo. El lobo ya ha llegado, dispuesto a convertir en zombis a los inmigrantes. Pero también lo hará con las feministas, los activistas de izquierda, el colectivo LGTBI o quienes hablamos valenciano. Si la izquierda no es capaz de reaccionar, un día puede venir el lobo y que ya nadie les crea. Y puede que, ese mismo día, tras levantarnos, nos veamos nosotros mismos reducidos a la condición de zombis.

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