No te olvides de Ucrania
Tiempo habrá para averiguar por qué Palestina sigue en el candelero y Ucrania ya solo genera indiferencia


Después de las manifestaciones y huelgas del pasado mes de octubre contra el genocidio en Gaza y del partido benéfico Cataluña-Palestina del 19 de noviembre, la solidaridad civil catalana con Palestina sigue viva y buena prueba de ello es que el próximo 29 de enero se celebrará el Concert-Manifest x Palestina, un macroevento cuyos organizadores conciben como “un llamamiento a actuar, a poner el cuerpo y dar la cara; a no olvidar ni callar; y a decir, una vez más, que en Palestina nos jugamos el futuro de la humanidad”.
Desgraciadamente, el futuro de la humanidad no se juega únicamente en Palestina. El imperialismo ultranacionalista israelí en Gaza (y Cisjordania) no es particularmente distinto del imperialismo ultranacionalista ruso en Ucrania, que no solo amenaza a los ucranianos y por extensión a sus vecinos del este de Europa, sino también a la propia civilización europea y a la paz mundial.
Las instituciones catalanas son conscientes de ese desafío y en 2025 han enviado alguna señal al respecto. El 26 de febrero la Junta de Portavoces del Parlamento de Cataluña aprobó una Declaración con motivo del tercer aniversario de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, con el apoyo de todos los partidos excepto Aliança Catalana, la CUP y VOX. Dicha declaración acusaba a Rusia de violar de forma continuada y sistemática las normas más básicas del derecho internacional humanitario, con bombardeos indiscriminados contra la población y contra la infraestructura civil crítica, y de poner en peligro la seguridad del continente europeo.
Según los portavoces firmantes, el compromiso con la democracia, el estado de derecho, el proyecto europeo y los derechos humanos es inherente al “espíritu” de Cataluña, que estaría por ello convencida de la necesidad y la urgencia de ampliar el apoyo a Ucrania, para hacerlo más efectivo, más previsible y sostenible a largo plazo. De acuerdo con ello, el Parlamento reiteraba su solidaridad inquebrantable con el pueblo de Ucrania y sus dirigentes y su apoyo a la independencia, soberanía e integridad territorial de Ucrania dentro de las fronteras reconocidas internacionalmente.
Esa solidaridad “inquebrantable” invocada por la Junta de Portavoces en febrero no ha tenido mucha continuidad a lo largo del año ni ha sido especialmente practicada por la sociedad civil catalana. La cumbre Trump-Putin de agosto pasó desapercibida entre los activistas antifascistas, que probablemente estaban de vacaciones no solo en el sentido literal. En noviembre, el presunto plan de paz (léase de capitulación) de Trump no provocó ninguna reacción tangible en la calle. En diciembre, las veladas amenazas de Putin sobre una guerra a escala europea no parecen haber perturbado muchas conciencias. Las dramáticas deliberaciones del Consejo Europeo sobre el rescate de Ucrania de la semana pasada son puro esoterismo.
Tiempo habrá para averiguar por qué Palestina sigue en el candelero y Ucrania ya solo genera indiferencia. Pero un día como hoy sería un buen momento para no olvidarnos de los ucranianos, que están poniendo el cuerpo para defender la civilización europea mientras aquí nos comemos alegremente nuestros turrones.
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