El comercio local en Barcelona se revuelve contra el Black Friday: “Es el peor invento que se ha hecho”
Los ejes comerciales de la capital catalana exigen equidad fiscal con las grandes plataformas de compraventa electrónica para poder competir

En vísperas del Black Friday, el centro de Barcelona se viste de ofertas y promociones para atraer a un público que busca ajustar las necesidades a sus bolsillos. No obstante, la campaña ha pasado de ser una fecha puntual, con ofertas extraordinarias, a un fenómeno global que, año tras año, se adelanta. Y es que a comienzos de noviembre, los escaparates ya se engalanaban para la ocasión con anuncios luminosos y carteles en las entradas que invitaban al consumidor a planificar sus compras. Pero el fenómeno ha alcanzado tanta intensidad que el comercio local no puede hacer frente a la competencia de las grandes plataformas de comercio electrónico.
El Black Friday tiene sus orígenes en Estados Unidos y se celebra el día después de Acción de Gracias, cuando los negocios necesitan liquidar existencias. Dicha festividad no se celebra en España, por lo que los comerciantes no ven lógico hacer rebajas a una semana de que empiece la campaña de Navidad, la más importante del año. “Importar el Black Friday en España es el peor invento que se ha hecho porque solo beneficia a las grandes superficies”, lamenta Jordi, empleado de una franquicia de venta de electrodomésticos y productos del hogar en Barcelona.
Para Pròsper Puig, presidente de Barcelona Comerç -entidad que aglutina 24 ejes comerciales y representa a 23.0004 negocios-, potenciar este fenómeno es “incomprensible”. “Al margen de las grandes empresas, quien participa en la campaña suelen ser pequeñas franquicias y negocios que se ven presionados por el mercado. En ningún caso supone ventas extraordinarias para el pequeño comercio”, asegura.
Todos coinciden en que las ventas en Navidad han caído en picado desde que se ha extendido el Black Friday. Para una pequeña tienda de pantalones vaqueros y cueros del barrio de la Vila de Gràcia, esta fecha es un “timo”. “Las rebajas deben ser como siempre, es decir, para liquidar productos cuando termina la temporada de invierno o verano, por ejemplo. El problema viene cuando los grandes producen mucho producto, de dudosa calidad y específicamente para esta fecha, y luego lo intentan colar como rebajado, y no es así”, sostienen.
Puig confía en la estrecha vinculación que tienen los barceloneses con el pequeño comercio, pero se muestra inquieto por la imposibilidad de competir fiscalmente con las granes superficies. “Toda competencia es buena mientras todos juguemos las mismas cartas. Solo pedimos equidad fiscal. Las grandes empresas están muy vinculadas al comercio electrónico sin horarios y hacen un uso extensivo del espacio público, pero después no tributan aquí como nosotros”, subraya.
Desde hace años, muchos comercios han optado por no participar en el Black Friday porque aseguran que no les beneficia. El caso más sonado es quizá el de la tienda de calzado Castañer, un negocio que fabrica espardeñas de forma artesanal desde 1927. En esta edición, además de no participar, bajará la persiana al considerar que el Black Friday no está comprometido con la confección artesanal de moda.
Barcelona es una ciudad heterogénea que todavía mantiene el pulso por lo local, especialmente en distritos como Sants-Montjuïc, Gràcia, Horta-Guinardó o Nou Barris. Carmel Comerç, la asociación de comerciantes de este montañoso y envejecido barrio de la capital catalana, pone en valor el tejido asociativo y social que genera el comercio de proximidad. “Estos negocios dan trabajo a la gente del barrio y tratamos de emprender campañas pedagógicas, como Carmel Escoles, para involucrar a los jóvenes con el comercio local. En el centro, los pequeños negocios compiten por captar al turismo, aquí luchamos por no bajar persianas”, expone Encarna Puig, dinamizadora de la organización.
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