Casi normal
La recuperación de una normalidad plena es la condición necesaria para que en Cataluña vuelva a haber política, es decir, propuestas, debate y la posibilidad de desplegar un proyecto de país


Inicio de curso con patada al tablero político catalán. Salvador Illa se entrevista con Carles Puigdemont en Bruselas para remachar el clavo de su apuesta por un nuevo tiempo en Cataluña. Una jugada que no está exenta de riesgo, pero que para el president es una condición sine qua non para su estrategia de gobierno. Desde su investidura, Illa ha apostado por la normalización de la vida política catalana como paso ineluctable para superar los años del procés. Esta apuesta por la normalidad es la que le lleva indefectiblemente a la reunión de ayer en Bruselas con Puigdemont. Era un paso inevitable, necesario, que Illa hubiese preferido hacer en el Palau, como él mismo declaró. El atrincheramiento del Supremo le obliga a volar a Bruselas y el president no tiene reparos en desplazarse allí, porque en el fondo ese viaje le refuerza.
Para Puigdemont y Junts la entrevista es un trago amargo. Han construido su oposición a Illa sobre la denuncia de la anormalidad que supone que el expresident siga estando en Bélgica, lo que, según ellos, pone en evidencia que el procés no ha terminado y que su posición irreductible tiene todo el sentido (a pesar de la pérdida de peso electoral que vienen sufriendo desde hace años). Si el objetivo del Gobierno Illa es la normalización, el de Junts es el mantenimiento de la idea que Cataluña sigue bajo la excepcionalidad. Es por ello por lo que la reunión de Bruselas encaja mal con su estrategia de pintar a Illa como un president claudicante que acepta la anormalidad (“el president más españolista”) que supone el “exilio” de Puigdemont.
Para Junts, la reunión de Bruselas significa la constatación de esa anormalidad y sus portavoces destacan el hecho de que Illa reconoce esta situación reuniéndose con Puigdemont. El problema para Junts es que Illa ya se ha situado en ese marco al reconocer la excepcionalidad de la situación de su interlocutor y abogar por su regreso a Barcelona. A partir de ahora le va a ser más difícil a Junts pintar a Illa y su política de normalización como “un 155 encubierto”. Al fin y al cabo, ¿no era Junts quien pedía esa reunión? ¿O tal vez la pedían porque creían que Illa no la iba a aceptar? Porque parece evidente que, después de la reunión de ayer, estamos un poquito más cerca de la normalidad, a pesar de las trabas que pueda seguir poniendo el Supremo.
La normalidad, sin embargo, no es un fin político en sí mismo. Lo sabe Illa, y por esto está dispuesto a jugársela. La normalidad, o la recuperación de una normalidad plena, es la condición necesaria para que en Cataluña vuelva a haber política, es decir, propuestas, debate y la posibilidad de desplegar un proyecto de país después de años de huidas hacia adelante, fintas supuestamente astutas y discursos en círculo. Hace ya años que Cataluña necesita sacudirse la melancolía y la desorientación heredadas de los años del procés y repensarse. Illa lo sabe. Y actúa en consecuencia.
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