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Crónica
Texto informativo con interpretación

La quietud del Lluçanès

El desafío de juntar en uno solo a los 13 pueblos y los 8.000 habitantes se presenta cada vez más difícil

Imagen de la comarca del Lluçanès, en la provincia de Barcelona.
Ramon Besa

Los coches suelen ir muy deprisa por la C-62, seguramente porque el Eix del Lluçanès invita a correr en dirección a Vic y a Berga —han muerto dos personas en 2025—, mientras que la gente acostumbra a caminar despacio por las calles de los pueblos del territorio que no se saben muy bien cuantos son: 13 o 12, si la referencia es el Consorci; y 8 o 7, en caso de atender a la Mancomunitat. Ahora mismo se desconoce los que llegarán hasta el Consell Comarcal que se debe constituir en 2027 en concordancia con las elecciones municipales y de acuerdo con la ley aprobada el 3 de mayo de 2023 en el Parlament por la que se reconoce al Lluçanès como la comarca número 43 de Cataluña.

No es fácil circular a una misma velocidad por el interior de un territorio en el que a menudo no queda más remedio que aguardar un rato detrás de los ciclistas que van y vienen en fila, paralelo o en grupo; esquivar a las motos que serpentean por las rutas más estrechas —nada que ver con la que fue pillada a 203 k/h por el Eix—, o adelantar a la maquinaria agrícola que desfila por el asfalto en el que se ha forjado un campeón de rallies como Gil Membrado. Acompasar la velocidad es difícil porque la vida ha cambiado en el Lluçanès desde que sale en el mapa: el del territorio, el del tiempo y el de carreteras con la ya completada C-62 que conecta con la C-25 (Eix Transversal) y C-16 (Eix del Llobregat).

La situación es compleja porque la comarca está a mitad de camino de una meta cada vez más difusa desde que se anunció una salida jubilosa por parte de los 13 municipios en 2001. Aquella unanimidad en favor de solicitar el reconocimiento oficial se resquebrajó progresivamente por las cuitas rurales, los intereses económicos, las desavenencias políticas, la disputa sobre la división territorial del país y el diabólico referéndum de 2015 cuyo resultado expresó la dificultad de vertebrar un territorio tan identificable geográficamente como descuartizado a nivel administrativo -judicial, eclesiástico o sanitario-, y que llegó a ser una sotsvegueria en 1611 con capital en Sant Feliu Sasserra.

El caso es que se ha perdido mucho tiempo por el camino que debe llevar al Lluçanès hasta el Consell Comarcal (2027) después del trabajo del Consorci (2001). El proceso se acaba de poner en marcha con el nombramiento del gerente de la Mancomunitat. El elegido después de un proceso selectivo en el que concursaron 11 aspirantes es Carles Banús, ingeniero de Telecomunicaciones, exalcalde de Tavèrnoles, buen conocedor de la administración pública y exvicepresidente del Consell Comarcal d’Osona. También se aguarda a un arquitecto y a un ingeniero y se sabe que, además de la secretaría, hay un tesorero que espera 450.000 euros de la Generalitat.

Las discrepancias provocaron que La Mancomunitat no se formalizara hasta noviembre de 2024. Las diferencias personales agrandaron una brecha difícil de cerrar sin un debate político y técnico cuya referencia debe ser la comarca del Moianès. Los 10 años de funcionamiento y la convivencia Consorci-Consell Comarcal marcan la ruta del Lluçanès. El Consorci del Moianès reivindicó el sentido y el valor de los servicios de proximidad de acuerdo a sus necesidades, identificó los problemas comunes para responder con actuaciones conjuntas y no se encasquilló en ninguna superestructura para demostrar que había estrategia y espíritu territorial antes de abrazar al Consell Comarcal.

 Ahora se trataría de confeccionar un traje a medida para el Lluçanès con el visto bueno de la Generalitat. Banús ya ha anunciado que para su plan contará con la colaboración de Xavier Barniol, director técnico del Consorci, una figura clave para saber y entender la obra hecha desde 2012. La memoria del 2023 y las acciones de 2024 explican muy bien la labor del Consorci. La tarea emprendida con un presupuesto de un millón de euros -el 80% procede de subvenciones y el 20% restante de los ayuntamientos- no solo ha sido significativa a nivel social, cultural, patrimonial, sino también de promoción económica y de ocupación, apuesta que ha incidido en la baja tasa del paro: un 7%.

Hay unos mil autónomos en una población activa de 4.500 personas y 250 son payeses —el sector primario supone el 14%—. La renda media por habitante es además de 15.755 euros anuales, según explicó la Rella, una revista capital para entender al Lluçanès. El festival Cantilafont es tan celebrado como la Escola de Música. También se ha festejado el 30 aniversario del Institut Castell del Quer y pronto se va a reabrir el Teatre Orient. Los muchos caballos y vacas campan por los campos cercados con hilo y estacas, los cazadores presumen de haber abatido 1478 jabalíes esta temporada y en la Riera de Merlès advierten de que está prohibido bañarse entre Sant Cristòfol y el Pont de les Eures.

Aumenta el incivismo, se cuentan algunos robos y atracos, los siniestros son varios y la población no encuentra más ventanilla para denunciar o expresar su vulnerabilidad que la dispuesta en Vic. También está muy dividida la atención médica y hay servicios que por su complejidad requieren una puesta en común como los residuos y el agua que tanto escaseo en 2024. Igualmente estaría bien regular el acceso a la vivienda porque no todas las casas son de turismo rural en el Lluçanès. La indefinición facilita el caciquismo y la dependencia de los grandes grupos agroalimentarios en detrimento de la diversidad y los pequeños negocios para suerte de Osona, Bages, Berguedà.

A las comarcas vecinas no les interesa perder población ni los servicios que ya prestan al Lluçanès. Todavía no se encontró una solución a la planta de compostaje Fumanya y Olost mantiene un contencioso territorial y ambiental con la Estació de Servei de Sant Martí d’Albars. El desafío de juntar en uno solo a los 13 pueblos y los 8.000 habitantes se presenta cada vez más difícil para los ocho que forman ahora mismo la Mancomunitat: Alpens, Lluçà, Orista, Perafita, Prats, Olost, Sant Martí d’Albars y Sobremunt. Olost dio marcha atrás y votó a favor de salir de la comarca y ya se fueron Sant Feliu Sasserra, Sant Boi de Lluçanès, Sant Agustí de Lluçanès, Sant Bartomeu del Grau y Santa María de Merlès.

La división interesada se impone al consenso y a la cohesión e imposibilita cualquier liderazgo en un viaje lento, propio de un territorio muy quieto, no acostumbrado a la velocidad con la que se circula cuando no median los camiones por los 34 kilómetros de la C-62 ya completada después de 20 años y 55 millones de inversión. El problema no es la comarca, sino el Consell Comarcal. Menudo dilema porque la una no puede existir sin el otro una vez iniciado el proceso con el Consorci. El asunto queda en manos ahora de la incipiente Mancomunitat. La crónica, mientras tanto, es la de siempre, porque prevalece el sosiego del Lluçanès.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.
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