La Ludwig Band, linimiento para la vida
El sexteto rockero abrió en Apolo su gira estival agotando las entradas

Hacen música urbana. La del pasado siglo. Mientras los jardines de parte de la música actual presentan el césped cuidado, las plantas alineadas y las flores casi en formación militar, estos seis músicos recuerdan a un trozo de foresta donde la naturaleza impone su orden, sin asomo de la pulcritud del jardinero. Y por eso triunfan, porque son algo tan natural como el desorden, tan vivo como el empuje juvenil y festivo para celebrar cada día como un milagrito. Son La Ludwig Band, un grupo a caballo entre Barcelona al que su oreo en Espolla (Alt Empordà) ha desprovisto de la personalidad conspicua de los grupos nacidos en la capital. No son seny, sino rauxa, son el grupo que saltándose el rock català de libro conectan con sus precedentes, con Sisa, con Pau Riba, con Oriol Tramvia, incluso con Umpah-Pah (otros atemporales), también con Dylan o con la E Street Band. Son La Ludwig Band, un nombre que ya lo explica todo. También que volviesen a llenar Apolo como lo hicieron hace dos años largos, ahora iniciando su gira estival. El triunfo ya es tan real como la procesionaria en los pinos.
Hacen rock y folk, pero su actitud no tiene nada de redentora, ni de mesiánica, ni de solemne, pues hablan desde la barra del casal del pueblo, de paso haciendo cantar a sus parroquianos. Lucen como uno más de la localidad, con una imagen que lo es por su inexistencia, casual en el sentido más estricto del término por impensada y fortuita. Y ríen por boca de su cantante, cuya fisonomía de ciudadano escandinavo es la viva imagen del irreverente desparpajo. Acabada De puta mare, Quim preguntó al público cómo estaba, la platea respondió con un bramido y añadió que ellos bien y que gracias por preguntar. El concierto siguió raudo y las cinco primeras canciones sonaron casi sin interrupciones, enlazando sus letras torrenciales, crónicas detallistas de lo menudo de la vida. La velocidad de la euforia, la sonrisa perenne de quien se siente en su lugar. La sala era un cántico expansivo y los móviles apenas abandonaron los bolsillos, excepto en el par de ocasiones en las que los músicos se mezclaron con el público, enfatizando que quizás no son tan distintos.

Por eso, porque son público, Quim hizo bromas sobre los porteros del Apolo, y sin perder el humor, en varios temas se marcaron unas risibles y desalineadas coreografías, paso del pato de Chuck Berrry incluido, mil veces vistas pero efectivas por su aire paródico. De igual manera, en los momentos álgidos de algunos temas, -el grupo fundamentó el repertorio en sus dos últimos trabajos-, la banda paraba en seco, dejaba el silencio colgado del aire y el público, dirigido por Quim, bien cantaba bien era obligado a mantener el aliento esperando la nueva arrancada. Mostró tanto dominio escénico que con la noche desbocada hasta pidió al respetable que no se dejase llevar por los sentimientos. El saxo, con aire E Street Band en temas como L’amor se n’ha anat de vacances o en Contraban, o bien el clarinete de S’ha mort l’home més gran de l’Espolla, un tema sobre la despoblación rural, rompían el imperio de guitarras y teclados, mientras Quim dejaba caer la voz en tonos que irremediablemente evocaban al Dylan del siglo pasado. Pero sin ser copia, simplemente como apropiación de un legado común, una huida de la épica. La inclusión de un tema nuevo, Millor amb ell, canción de desamor que como todas en el grupo recibe el linimento del humor, encajó ya sobradamente conocida por la asistencia entre los éxitos del grupo en lo que fue una celebración de su propia existencia.
Y para el final se reservaron Manela no vull currar per vostè, una crónica sobre la precariedad laboral propia del presente. El público en escena, la banda ya despeinada por completo y la alegría común para celebrar que la vida, con una sonrisa y la vitalidad de unas simples guitarras, es más llevadera. Lo viene siendo desde el siglo pasado gracias al rock. Lo dijo, bastante antes, Oscar Wilde: “La vida es demasiado importante para ser tomada en serio”.
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