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Unión Europea
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El esfuerzo por ser Europa

El reto tiene ahora otra dimensión, la exigencia de autonomía estratégica europea en vez del proteccionismo nacional

Una mujer muestra una bandera de Europa en una concentración en Barcelona.
Lluís Bassets

Tras el fracasado ensayo para dejar de ser España, algunos síntomas pueden detectarse ahora en las élites económicas catalanas respecto al regreso de un olvidado pero bien efectivo esfuerzo en sentido contrario. No es el que ha protagonizado el españolismo político, desde el lerrouxismo hasta la estéril reacción anti independentista de ahora. No se trata de los dichosos ‘relatos’ tan de moda hoy en día, sino de economía, mercados y clases dirigentes, los conceptos que manejan los historiadores más rigurosos. Son ellos los que pueden proporcionar instrumentos para valorar, sin caer en tópicos y esencialismos, el primer año de Salvador Illa al frente de la Generalitat, la movilización catalana para evitar la opa hostil del BBVA sobre el Sabadell, la incorporación de personal de pedigrí independentista a organismos y empresas públicas españolas o el esfuerzo de Junts por recuperar la sintonía con instituciones económicas y patronales.

Fue el historiador Joan Lluís Marfany, en Nacionalisme espanyol i catalanitat. Cap una revisió de la Renaixença (Edicions 62), un libro publicado en 2017, quien describió el esfuerzo de una incipiente burguesía catalana, ya desde mitad del siglo XVIII, para dejar de ser provincia del Antiguo Régimen, “exactamente lo que era mucho antes de 1714” y esforzarse “en ser España”. Aquella fue una época de difícil encaje “para una corriente historiográfica de inspiración nacionalista que no solo no parece tener escrúpulo alguno en poner la historia al servicio de una causa política, sino que parece convencida de que esta es su principal función”, escribe Marfany. Él mismo resume en una frase el núcleo de su investigación: la burguesía del XIX “cuanto más española devenía, más catalana se sentía”. Explica también su deuda con Josep Maria Fradera, que acuñó la idea del “doble patriotismo”, catalán y español, en Cultura nacional en una sociedad dividida (Marcial Pons Ediciones de Historia), otro libro, este de 1992, complementario y también imprescindible para entender la historia del país.

Precisamente cuando surgen dudas sobre la pervivencia del catalanismo, parece oportuno evocar a estos historiadores alejados de la historiografía nacionalista oficial, todavía embarrancada en la discusión de novedades introducidas hace 40 años por Eric Hobsbawm, Ernest Gellner y Benedict Anderson sobre las naciones como construcciones políticas a partir de tradiciones inventadas y de identidades dinámicas, en vez de esencias imperecederas. Fradera lo ha explicado el pasado octubre en un discurso de homenaje a Marfany, al que califica de “gran historiador de la lengua y de la cultura en Cataluña”. Según Marfany, “los que crearon la distinción semántica que daba adecuada expresión a la doble pertenencia y lealtad no fueron los intelectuales, sino la propia burguesía y, más en concreto, el sector más directamente implicado en los intereses industriales”.

El reto tiene ahora otra dimensión que explica la exigencia de autonomía estratégica europea en vez del proteccionismo nacional y funde la doble lealtad española y catalana con la lealtad a la unión cada vez más estrecha de los pueblos europeos. En realidad aquel esfuerzo por ser España es ahora el esfuerzo por ser Europa.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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