Ir al contenido
_
_
_
_

Del “gustirrinín” en las aulas al “kamasutra para niños”: la obsesión de la extrema derecha con la “sexualización” infantil

Vox y grupos en su órbita, recogiendo un discurso de larga tradición en EE UU, alientan sin base la idea de que el sistema educativo deprava a los menores

Carla Toscano
Ángel Munárriz

“¡Basta de hipersexualizar y pervertir a nuestros hijos!”, proclama la Asociación de Abogados Cristianos, que comparte en X una doble página de un libro infantil en catalán que trata de explicar el coito. Es, para la organización especializada en denuncias por ofensa a los sentimientos religiosos, un “kamasutra para niños”.

“Van a hablar de homosexualidad y transexualidad a niños de cero a tres años. Van a hablar de sexo a bebés”, se escandaliza Carla Toscano, concejal de Vox en Madrid, tras enterarse de que en una escuela infantil se practica una educación que sensibiliza sobre “diversidad” tanto “corporal” como “familiar”. “Les meten la aberración de la ideología queer. Es repugnante. No es solo adoctrinamiento, es corrupción de menores”, protesta Toscano en el Ayuntamiento.

En Asturias, su compañero de partido Javier Jové defiende una iniciativa contra la “hipersexualización” de un sistema en el que chavales de secundaria hablan de “masturbación”. “El ser humano lleva 200.000 años sobre la Tierra y nunca necesitó ir al colegio para aprender dónde tenía que tocarse para sentir gustirrinín”, publica el diputado regional.

Son tres ejemplos del mes de noviembre de una ofensiva lanzada por Vox y grupos en su órbita contra el supuesto adoctrinamiento sexual al que están expuestos los niños en España, sobre todo en la enseñanza pública. ¿Qué persiguen? Difundir la idea de que a los niños van a “imponerles” una “doctrina” que incrementa las posibilidades de que sean transexuales u homosexuales, explotando el “miedo al diferente”, explica Sílvia Aldavert, directora de la Asociación de Derechos Sexuales y Reproductivos, que en octubre publicó el informe La proyección global de la ultraderecha española contra los derechos sexuales y reproductivos, donde detecta cómo este tipo de campañas son constantes en esta familia política. En España, de hecho, suelen apoyarse en un “lenguaje importado” de EE UU y de Latinoamérica, donde desde la década pasada ha alcanzado notoriedad en varios países —Perú, Argentina, México, Colombia— un movimiento llamado Con mis hijos no te metas. “Al clásico mensaje de miedo al diferente”, continúa Aldavert, estos discursos añaden “algo que provoca el terror de cualquier familia”, la idea de que sus hijos sufran algún tipo de ofensa “sexual. “Van a lo más sagrado para infundir miedo”, analiza.

La técnica funciona, según Neil Datta, director del Foro Parlamentario Europeo sobre Derechos Sexuales y Reproductivos, que cree que hay dos causas que explican la abundancia de estas campañas. La primera, que responden a un rasgo ideológico de estos grupos, entre los que cunde la idea de que “la sexualidad debe tener como único propósito la procreación”, dentro de la pareja heterosexual, por lo que no cabe una “educación sexual” que muestre lo que hay fuera de ese marco. La segunda, que “avivar el miedo a la sexualización de los niños” es una herramienta “eficaz” por “poderosa y polarizante”.

“Corrupción de menores”

En Vox la alerta por “sexualización” infantil no es una cruzada marginal de un puñado de secundarios, sino una causa de la cúpula del partido. En junio, en la antesala del Orgullo LGTBIQ+ en Madrid, Santiago Abascal ya dio máximo protagonismo al tema clausurando la asamblea de Vox con una denuncia de la “corrupción de menores institucionalizada en los colegios”. El grupo parlamentario dio continuidad a este mensaje proponiendo en septiembre en el Congreso la retirada de los libros de texto “adoctrinadores”, entre ellos los que promueven en “niños manipulables” el “consumo de pornografía, la masturbación y otras conductas de índole sexual”. El planteamiento confunde educar sobre con incitar a.

En ocasiones, la homofobia de estos discursos es explícita. Como en 2023, cuando un concejal de Vox en Mérida exigió la retirada de la enseña arcoíris del Ayuntamiento porque, de mantenerla, lo siguiente será colocar “la bandera de los pedófilos”. O como en junio de este año, cuando Carla Toscano dijo que “el adoctrinamiento LGBTI de los niños lleva a la pederastia”. Otras veces, la figura demonizada está menos detallada, como cuando Abascal dice que no va a permitir que “entre ningún depravado a los colegios”.

Una charla sobre diversidad en un campamento, un cuadernillo explicando el coito o la masturbación o un espectáculo callejero en el que aparece un hombre caracterizado como mujer pueden bastar para que Vox diagnostique depravación sistémica, culpando al PSOE, al PP o a ambos. En mayo, Vox armó un revuelo cuando una biblioteca pública de Badajoz acogió un taller de “salud afectivo-sexual” que enseñaba a niños desde ocho años lo que es el consentimiento. El partido salió en tromba a difundir que el PP estaba “promoviendo la pederastia”, como escribió el eurodiputado Juan Carlos Girauta.

¿Y la pederastia eclesial?

Vox no está solo. Organizaciones de la derecha católica tienen en la alerta por “sexualización” infantil una de sus banderas clásicas. Eso sí, la causa ha ganado visibilidad desde que en 2019 el partido de Abascal empezó a actuar como correa de transmisión de una idea de grupos como Profesionales por la Ética y Hazte Oír, el pin parental, que debía permitir a los padres vetar contenidos inapropiados para sus hijos, abriendo polémicas que suelen desembocar en si hay o no influjo de la “ideología de género” o el “lobby LGTBI”. Con experiencia en el activismo conservador en el Phoenix Institute de Arizona, en EE UU, Ignacio Arsuaga, presidente de Hazte Oír, ya había comprobado qué bien funciona la explotación de este tipo de temores.

Abogados Cristianos tiene entre sus actividades habituales la exigencia de retirar libros y suspender charlas y talleres por este motivo. En 2023, la entidad presidida por Polonia Castellanos batalló legalmente contra el programa de educación sexual de la Generalitat de Cataluña Coeducat. “Es curioso que Coeducat les parezca perversión de menores y cuando sale algún caso de pederastia en la Iglesia, no les preocupe”, señala Sílvia Aldavert, de la Asociación de Derechos Sexuales y Reproductivos.

Ese contraste también se da en Vox, que se ha opuesto en el Congreso a investigar los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia católica, estos sí acreditados y no hipótesis en base a dibujos o charlas o pasacalles. EL PAÍS preguntó a Vox, Abogados Cristianos y Hazte Oír por su posición sobre la pederastia eclesial, sin respuesta.

“Kamasutra para niños”

La última denuncia de Abogados Cristianos es por lo que la entidad llama “kamasutra para niños”, dos páginas de un libro supuestamente utilizado en una clase de segundo de primaria en Barcelona. La alerta fue lanzada el lunes 24 de noviembre en un tuit que al cierre de este texto lleva cerca de un millón de visualizaciones y amplificada por el diario El Debate, de la Asociación Católica de Propagandistas.

Se trata, explica un portavoz de Educación de la Generalitat, de un libro titulado ¡Mamá puso un huevo!: o cómo se hacen los niños, editado por primera vez hace 32 años y que explica la reproducción humana a niños a partir de cuatro años. “Es normal que se utilice en segundo. No acabamos de ver el problema cuando este libro afronta, desde un punto de vista humorístico, la forma de satisfacer la curiosidad por conocer los procesos reproductivos”, señala el portavoz.

Biblia contra ‘drags’

Infundir miedo a la “sexualización” infantil es una práctica que traspasa fronteras. Se ejerce desde el poder en Hungría, que aprobó en 2021 una ley que prohíbe hablar de homosexualidad en los colegios. La protección de los menores también ha servido para justificar otras medidas de Viktor Orbán, como prohibir las banderas LGTBI en los edificios públicos o vetar la marcha del Orgullo, decisión masivamente desafiada en Budapest en junio.

También en Europa del este, en Polonia, el partido de extrema derecha Ley y Justicia ha convertido la educación sexual en su caballo de batalla, con manifestaciones con el mensaje “no a la depravación”. En el sur del continente, el Gobierno de Giorgia Meloni está impulsando una ley que introduce el consentimiento de los padres como requisito para tratar temas de educación sexual, y en Portugal el líder del partido hermano de Vox, Chega, André Ventura, se muestra convencido de que la escuela y la televisión públicas son focos de adoctrinamiento sexual. “Dejen a los niños en paz”, suele repetir.

Como tantas cosas en la nueva extrema derecha, el origen está en Estados Unidos, donde esta línea de discurso tiene una larga tradición. Aunque ya sin la descarnada homofobia de los 70 —la campaña Salvad a nuestros niños impulsada por la que fue Miss Oklahoma Anita Bryant pedía entonces que a los gais no se les permitiera “predicar sus normas sexuales a los jóvenes impresionables”—, todavía hoy el republicanismo tiene en el pánico a la “sexualización” de los niños una de sus divisas. Es usual que sus representantes acusen a las instituciones consideradas progresistas de lo que llaman “grooming kids”, algo así como “preparar a los chicos”, con la perenne insinuación del abuso. No es casual que la teoría de la conspiración QAnon tenga en la pederastia uno de sus anclajes. Una de sus variantes sostiene que hay un confabulación de políticos liberales y estrellas de Hollywood para abusar de menores.

Desde el gobernador de Florida, Ron DeSantis, hasta el dueño de X, Elon Musk, pasando por influyentes comentaristas como Matt Walsh, son muchas las voces del conservadurismo que difunden en EE UU la idea de que en los colegios y medios progresistas se fomentan aberrantes ideas sexuales. El propio Donald Trump secunda esta tesis. “No puedes hablar de la Biblia, pero los espectáculos de drags están permitidos”, dijo en 2022, una afirmación que entusiasma a Abascal.

Una y otra vez, los mensaje se repiten. Y Sílvia Aldavert, de la Asociación de Derechos Sexuales y Reproductivos, afirma que existe un porqué: estos grupos saben —señala— que “la educación sexual, si se imparte bien, es capaz de cambiar todos los imaginarios sociales a través de la juventud”. Coincide el pedagogo Enrique Díez, profesor de Educación de la Universidad de León, que afirma que la tensión provocada por estas campañas dificulta un debate a fondo sobre educación sexual, que tiene “urgencias que abordar como la pornografía en menores de edad”. “Con su moral hipócrita, los neofascistas combaten la educación afectivo-sexual porque les permite a la vez presentar al Estado como totalitario y jugar con el pánico por los supuestos niños en peligro, uniendo bajo una misma bandera a neoliberales en lo económico y ultraconservadores en lo moral”, concluye.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ángel Munárriz
Ángel Munárriz (Cortes de la Frontera, Málaga, 1980) es periodista de la sección de Nacional de EL PAÍS. Empezó su trayectoria en El Correo de Andalucía y ha pasado por medios como Público e Infolibre, donde fue director de investigación. Colabora en el programa Hora 25, de la SER, y es autor de 'Iglesia SA', un ensayo sobre dinero y poder.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_