El peligro de las naciones en peligro
Vox pretende acabar con nuestro Estado laico y sustituirlo por otro cristiano; no tengo ni idea de lo que significa eso


El 7 dejulio pasado, Rocío de Meer, diputada por Alicante de Vox, afirmó que, si su partido llegaba al poder, expulsaría de España a ocho millones de emigrantes y sus hijos: según ella, la abundancia de expatriados está provocando un “reemplazo demográfico” que altera “la configuración de la sociedad”, lo que hace que “en muchas ocasiones” las calles españolas “no sean de los españoles”; en suma: España está en peligro de extinción. “Hay algo que no te han contado”, concluyó De Meer, y es que “puede desaparecer tu nación”.
Todo esto es un delirio traducido de los delirios de la internacional nacionalpopulista, y daría risa si no fuese porque quien lo propaga es el tercer partido de nuestro país (y subiendo). Un delirio práctico, histórico-político y ético. Un delirio práctico porque la emigración es uno de los cuatro principales responsables de que incluso Donald Trump reconozca que nuestra economía funciona (los otros tres son el turismo, los fondos europeos y el bajo precio de la energía, fruto de la llamada “excepción ibérica”); más aún: en 2024, el Banco de España estimaba que, para mantener las pensiones actuales, en los próximos años harían falta 24 millones más de trabajadores inmigrantes. O sea: si expulsamos a ocho millones de emigrantes, este país quiebra. Un delirio histórico-político. En El temps esquerp, Raimon Obiols sentencia: “Hay peligro cuando hay naciones en peligro”. Si alguien lo sabe es el propio Obiols: él fue durante años el principal dirigente del socialismo catalán y, como tal, lidió en elecciones sucesivas con un Jordi Pujol imbatible en parte gracias a su habilidad para agitar el fantasma de la extinción de Cataluña. “Si no me seguís, moriréis”, dice Obiols que venía a decir Pujol. “No moriréis físicamente, pero sí espiritualmente, o desde el punto de vista de vuestros usos y costumbres, de vuestra lengua”. Y acaba: “Eso es estimular la inestabilidad social de una forma tremenda y excitar el odio, ya que no morirás porque todo se acabe: morirás porque los otros te han matado”. El temor a la extinción nacional es tanto más absurdo y más fácil de manipular en política cuanto que las naciones no son realidades inmutables, sino productos históricos, comunidades imaginadas (por usar la expresión de Benedict Anderson), construcciones sociales cambiantes: un país no es una esencia sino un devenir, una historia, y la España de hoy es muy distinta, digamos, de la de inicios del XIX, en el momento en que cristaliza como nación; pese a ello, o precisamente por ello, ese miedo inducido fue uno de los carburantes del procés (y sigue siéndolo del nacionalismo catalán), como a su modo lo es de Putin, Le Pen, Netanyahu y la internacional nacionalpopulista, incluido Vox, que no en vano reclama, como sus aliados europeos, la reconquista de Europa por las naciones. Sobra añadir que este segundo delirio ha justificado históricamente todo tipo de atrocidades, y continúa haciéndolo: antes de que otros me maten, los mato yo. En cuanto al delirio ético, es una forma suavísima de calificar la abyección sin paliativos de deportar a ocho millones de personas y sus hijos (volviendo a lo práctico: ¿cómo piensan hacerlo? ¿Cazándolas a lazo en redadas policiales, como hace la policía de Trump? ¿Y quiénes serían exactamente los cazados? ¿Ortega Smith, que goza de un segundo apellido tan castizo? ¿Y qué me dicen de Ignacio Garriga, de madre ecuatoguineana y piel sospechosa?). Pero hay algo que me intriga mucho: como se sabe, Vox pretende acabar con nuestro Estado laico y sustituirlo por otro cristiano; no tengo ni idea de lo que significa eso —¿volver al nacionalcatolicismo franquista?—, pero me gustaría saber qué relación guarda su política migratoria con el cristianismo de Cristo, en qué pasaje del Evangelio se han basado para elaborarla. También me pregunto qué opina la Conferencia Episcopal al respecto.
En fin: nunca deberíamos haber permitido que la tercera fuerza política de este país difundiera semejante basura. Ahora nos toca a todos, empezando por los partidos políticos, acabar cuanto antes con ella, devolviéndola a las alcantarillas de donde nunca debió salir.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
