Quinta do Paral, un retiro en el Alentejo portugués entre vinos y campos para bajar el ritmo
Dieter Morszeck, pionero de las maletas Rimowa, se enamoró de una finca del siglo XVIII a las afueras de Vidigueira. Reformado como hotel de lujo, es un enclave ideal para la vida contemplativa y para conocer la identidad y gastronomía alentejanas


Durante muchos años, Dieter Morszeck se dedicó a elaborar maletas. Lo hizo con tanta dedicación que, salvo en el precio, acabó rozando la perfección y su marca, Rimowa, llegó a estar presente en los escaparates de todo el mundo. Era y es un producto tan conseguido que a cualquiera le gustaría tener una. El caso es que sus maletas y él dieron muchas vueltas y ocuparon muchas cabinas, hasta que, un día, Morszeck sobrevoló las afueras de Vidigueira, en el Alentejo, y avisado por su hijo detectó los cimientos de una quinta del siglo XVIII medio derruida y rodeada de viñedos en desuso. Aterrizó en Beja, se acercó hasta aquí y, acariciado por el aire del silencio puro que suele abrirse paso en mitad de ninguna parte, creyó que había encontrado su lugar en el mundo y que, quizás, ya venía siendo hora de vender la empresa (hoy es propiedad del conglomerado del lujo LVMH), deshacer la maleta y apearse del trajín. Es probable que pensara una vez más en ese gran misterio que había definido su vida, en cómo es posible que si la primera maleta la inventaron los egipcios en el año 1.500 a.C al trasladar sus cosas en arcones de madera recubiertos de grasa animal para protegerlos, y la primera rueda de madera se inventara en Liubliana en el 3.200 a.C, la primera maleta con ruedas no se patentara hasta 1989. El ingenio del ser humano no tiene límites, pero necesita su tiempo.
La disposición en forma de valle del terreno propició siglos atrás que esto fuera un huerto de árboles frutales, mayormente perales, de ahí el nombre que venía escrito en la piedra de la escalera: Quinta do Paral, una disfunción léxica por la pronunciación, pues de peral a paral hay muy poco trecho. Entre los antiguos dueños de la finca se encontraban el vizconde de Esperança, el conde de Palma o la condesa de Santar. Así que cuando su hijo empezó adquiriendo un pequeño viñedo para dar nueva vida a los vinos de la zona, Morszeck, fiel a la resistencia de sus productos, pensó “si lo hacemos, lo hacemos bien”, y en 2017 compró otras 53 hectáreas de tierra para producir vinos y aceites de oliva que explican por qué a este Alentejo hay quien lo llama “la Toscana portuguesa”. Primero fue el vino, luego el hotel, luego la cocina. Entre los tres ennoblecen el sentido de Quinta do Paral y explican la importancia de la sobriedad en el lujo en un entorno increíblemente tranquilo regido por la veneración al arraigo, porque si hay algo que define y que se experimenta durante la estancia en este retiro es la identidad alentejana y la respuesta al porqué Morszeck escogió un lema para el proyecto: “Nuestra tierra, nuestra alma”.
Quinta do Paral se encuentra en el Bajo Alentejo, en un enclave privilegiado para las viñas por la presencia cercana de la sierra de Medro, que separa el Alto y el Bajo Alentejo y conserva la humedad adecuada que propicia que el terroir sea tan fructífero. El hotel forma parte del grupo Leading Hotels of the World, garantía de distinción, una apuesta total por el quiet luxury y por poner el foco en los detalles autóctonos como las popias de azeite que acompañan el café, el pan de Vidigueira, la posibilidad de hacer un taller sobre canto alentejano o un curso de cocina local.

La reforma de la quinta y el interiorismo del complejo corrieron a cargo del estudio portugués Saraiva e Associados, ya clásicos de la hotelería y hostelería lusa. Todas las piedras, plantas y flores que decoran los espacios provienen de los alrededores. En cuanto se pone un pie en una de las 22 habitaciones se ve un cuadro del pintor del Algarve David Reis Pinto, que reinterpreta las emociones de las cepas alentejanas una a una y retrata los viñedos y, al mismo tiempo, se escuchan canciones de Buba Espinho, António Zambujo o Luís Trigacheiro, que tanto cantan a la tranquila belleza del paisaje en composiciones que parecen pintarlo. Esta es la banda sonora que acompaña al viajero en Quinta do Paral y que ayuda a que la inmersión sea más auténtica. Aquí el peso de la tradición es determinante: Um dia hei-de voltar, O meu nome é saudade, Gotinha de água... demuestran que el cante alentejano es un grito delicado en favor de la comunidad que reivindica el brillo de la tierra trabajada y que irremediablemente inmortaliza la carga nostálgica de la palabra “saudade”.
Nadie en su sano juicio busca una salida pese a que existen a disposición del cliente bicicletas eléctricas que tientan a descubrir el entorno, en el que se pueden visitar las vecinas ruinas romanas de São Cucufate o la ermita de Santo António dos Açores, del siglo XVII. Quinta do Paral es una permanente invitación a la contemplación que cuenta con la ventaja de que aquí nadie le mirará mal por hacerlo. Para el filósofo Theodor Adorno el lujo era el símbolo de una felicidad auténtica que perdió su brillo por culpa de la lógica de la eficiencia y la supervivencia. Pues bien, aquí la única lógica es la del beneficio espiritual. Cuánta libertad cabe en la expresión “para nada”. Esto es un concepto puramente slow, por lo que conviene venir sin libros de Byung-Chul Han, porque si uno lee aquí sus elogios de la inactividad se puede arruinar perpetuando la estancia. Pruébelo dos, tres, cuatro días, habrá vivido sin publicidad y bajo el resplandor del cielo debidamente estrellado, llegando a tocar la cima del relajamiento físico y mental. Eso es suficiente; más se considera riesgo.

En todo caso, conviene conocer los viñedos y los vinos con la compañía del enólogo Luis Morgado Leao y la directora comercial Maria Pica, un tándem entrañable y divertidísimo. Saben de lo que hablan; explican cómo estos suelos complejos y diversificados de esquisto, granito y arcilla configuran un terroir singular que ofrece vinos con identidad propia a partir de variedades autóctonas como la Antão Vaz, origen de los famosos vinos blancos, o la Perrum, la Tinta Grossa y la Aragonez. “Creamos vinos que reflejan el alma de una región, la región sur de Portugal, vinos únicos hechos con pasión, por eso queremos que quien nos visite se lleve consigo un poco de ese entusiasmo de nuestra marca”, dice Pica. Para ambos, es crucial la sostenibilidad medioambiental y el respeto por la cultura del vino en el Alentejo, de ahí que aún sigan haciendo algunos vinhos de talha según procesos y técnicas ancestrales que mantienen un símbolo alentejano, pues es un vino elaborado en grandes vasijas de barro (ánforas, tinajas) como lo hacen artesanalmente los agricultores desde tiempos remotos, y que se haya potenciado un vino de postre a partir de las variedades Trincadeira y Tinta Grossa llamado Condessa 1703 (en honor de la condesa se Santar y la fecha de construcción de la casa solariega original). Lo llaman “licoroso” (no se llama Oporto por ser otra región) y solo es inocente en apariencia.

En el curso de cocina de esta tarde han atendido una petición personal y junto al chef Ricardo Vieira cocinaremos migas de bacalhau. Sobre la mesa de la renovada cocina de la quinta original están todos los ingredientes y varias botellas de vino, pues al parecer es tradición beber mientras se cocina. En esta ocasión, por el hilo musical, a modo de indirecta, suena el clásico del repertorio de António Pinto Basto, Açorda d’Alho, cuyo estribillo nos anima: “Es fácil de hacer y lleva muy poco trabajo / Agua hirviendo, cilantro y ajo / Cilantro, ajo y agua hirviendo / Lleva poco trabajo y es fácil de hacer”. Así que nos ponemos manos a la obra y cortamos ajos y machacamos hojas de menta del jardín. Desmigajamos el bacalao previamente cocido. En la sartén vertemos aceite y, de a poco, el agua sobrante (del bacalao) antes de añadir cubitos de pan de Vidigueira, que se van empapando lentamente. Todo se mezcla hasta que no hay diferencia entre el pan y las migas de bacalao. Añadimos cilantro y dos huevos batidos para darle mayor cremosidad al asunto y comemos juntos como si fuera el día señalado de la fiesta mayor entonados por la euforia de la tradición del vino y de la suculenta comida. Platón lo llamaría banquete.

Quinta do Paral cuenta con tres espacios para degustar una gastronomía que, evidentemente, pretende revelar al máximo las virtudes mundanas del Alentejo. Por un lado, el Wine Restaurant, que se halla junto a la recepción y donde también se sirven los desayunos y, por otro, el restaurante The Estate Lounge. El tercer espacio es The Grape Rooftop. Todo parte de productos locales de temporada y otros clásicos como el bacalao, el cazón y el pulpo, los únicos provenientes del mar que históricamente podían conservarse. Sin duda, las vistas a los viñedos y jardines ayudan a asumir y entender los sabores y la cultura gastronómica alentejana. Si las maletas son todavía necesarias, también lo son este pan, este aceite de oliva y, por supuesto, este vino, que hace que el mundo sea menos imperfecto y más civilizado.
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