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Una delicia cántabra entre casonas y reliquias

Santillana del Mar es una de las villas más hermosas de Cantabria, un escenario para explorar la cultura, las impresionantes representaciones artísticas de la Cueva de Altamira, la belleza natural del entorno… El museo de Jesús Otero, sus bosques o un monumento románico son solo algunas de sus joyas

El historiador Lafuente Ferrari llegó a definir a Santillana del Mar como un museo de arquitectura, una etiqueta que evidencia su magnetismo. La armonía en sus calles medievales y casas solariegas, rodeadas de un entorno apacible con praderías, colinas y zonas boscosas, le ha valido el reconocimiento popular como una de las localidades más bellas de Cantabria.

Ofrece un auténtico valor histórico y artístico. Es el hogar de la Colegiata de Santa Juliana, reconocido monumento románico; del Museo y la Fundación Jesús Otero, en honor al escultor, y de la famosa Cueva de Altamira, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.

Una casualidad, una polémica y mucho arte

Hoy la llaman la Capilla Sixtina del arte rupestre, pero el descubrimiento de la Cueva de Altamira fue inusual y polémico. La encontró, por casualidad, un tejero asturiano, Modesto Cubillas hacia 1868. La respuesta de la comunidad científica fue controvertida: se negaban a admitir que la antigüedad real de las pinturas fuera de 14.000 años. Y eso que aún faltaba la parte más famosa de la cueva. Fue 11 años después cuando Marcelino Sanz de Sautuola, acompañado por su hija María, se topó con la Sala de los Polícromos. Allí pudo ver los impresionantes trazos de caballos y bisontes, de entre 125 y 170 centímetros de longitud, y una cierva de más de dos metros.

La Cueva de Altamira, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985, es considerada ‘la Capilla Sixtina del arte rupestre’

Un siglo después llegó la afluencia masiva de visitantes a la cueva, y de las dudas iniciales se pasó al recelo y la preocupación por el deterioro de las pinturas. La cueva terminó por cerrar en 1977, en 1982 se abrió con afluencia limitada y la solución final fue idear una réplica casi idéntica y muy detallada de la cueva original, la Neocueva, que es la que está abierta al público desde 2001. Sus 290 metros están disponibles para deleite de los interesados en conocer las expresiones artísticas prehistóricas. Y, desde el exterior, se puede ver la entrada a la cueva original, un testimonio emocionante de la vida prehistórica.

Un expositor de reliquias

Un gran atractivo de Santillana del Mar es su prestigiosa colegiata. Santa Juliana se convirtió, desde el siglo XII, en un gran exponente del arte románico en Cantabria. Surgió del Monasterio de Santa Juliana del siglo IX, construido por un grupo de monjes para contribuir a la repoblación de la zona y crear una pequeña ermita en la que exponer las reliquias de la mártir Juliana.

De aquel monasterio primitivo no se conservan restos, pero se estima que era una sencilla construcción de piedra con ábside rectangular y cubierta de madera, a semejanza de otras edificaciones visigóticas o mozárabes. En su estructura actual se erige una iglesia con una fachada principal orientada al sur y precedida de un amplio atrio. Cuenta, además, con un arco de medio punto rodeado de arquivoltas con un friso que representa el Pantocrátor, y una hornacina con la imagen de Santa Juliana en el friso. El viajero puede adentrarse en el claustro, en la fachada norte del conjunto. En sus capiteles verá los principales elementos decorativos utilizados en la época; florales, geométricos y figurados.

La majestuosidad de las construcciones civiles

En torno a esta colegiata y su claustro se desarrolló un núcleo de población sobre principios de XIII. Los habitantes vivieron épocas de gran esplendor económico. Como consecuencia, aún se pueden visitar las numerosas casonas y palacios que conforman esta villa.

Las rutas monumentales recorren toda la localidad e invitan a pasear por las calles empedradas. Las construcciones civiles también merecen atención. Entre las antiguas se encuentran las torres de Merino y Don Borja (hoy sede de la Fundación Santillana). Otras edificaciones de parada obligatoria son las casas del Águila y la Parra (donde el Gobierno Regional ha instalado una sala de exposiciones), el palacio y la torre de Velarde, la casa de Leonor de la Vega o los palacios de Barreda, Tagle y Villa.

Edificios como las torres de Merino y Don Borja o las casas del Águila y la Parra ejemplifican la importancia de la arquitectura civil en Santillana del Mar.

La actividad cultural de Santillana del Mar se desarrolla durante todo el año en salas de exposiciones. Uno de los motores de esta riqueza fue el escultor Jesús Otero Oreña, quien dejó su legado a su villa natal en un museo y una fundación. Inaugurados en el año 1994, se nutre de los fondos particulares donados por el autor a la villa en 1993. Es un homenaje al becario de la academia de bellas artes de San Fernando, que recibió gran influencia de escultores como Emiliano Barral y Victorio Macho y fue el artífice de Toro, con la que ganó la Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1957. Se pueden admirar medio centenar de sus obras, también utensilios, herramientas y dibujos utilizados en su creación.

Un atractivo internacional

Santillana del Mar es atractiva para visitantes nacionales que conocen la región y para viajeros internacionales con ganas de conocer. Cuenta con tres Patrimonios de la Humanidad reconocidos por la Unesco. El primero es la citada cueva de Altamira; el segundo, el Camino de Santiago por el norte; por último, su geoparque Costa Quebrada. Se trata de un territorio con límites claramente definidos, que albergan un patrimonio geológico de relevancia internacional. Abarca 345 kilómetros cuadrados de llanuras costeras, colinas y valles fluviales cargados de singularidad; 270 corresponden a áreas terrestres y 75, a áreas marinas circundantes. Acantilados, arcos, islotes, ensenadas, playas, tómbolos, dunas, flechas litorales y estuarios muestran la constante e implacable evolución de la naturaleza.

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