
Más allá de Penélope y Antonio: así fue el paso por Hollywood de estos intérpretes españoles
Hay una larga lista de españoles que han trabajado o trabajan en Hollywood, con mayor o menor protagonismo y más o menos regularidad. Maribel Verdú será la última en una serie de nombres que tienen opiniones muy diferentes sobre la experiencia

“Antes muerta que cruzar el charco a Estados Unidos", sentenció Maribel Verdú durante la presentación de Tetro, su primera película en inglés y a las órdenes de Francis Ford Coppola, aunque rodada en Argentina. Algo más de una década después parece haber cambiado de opinión y pondrá rumbo a Hollywood para interpretar a la madre de Barry Allen en The Flash, como ha anunciado The Hollywood Reporter. Una entrada en Hollywood a la que se ha resistido durante años, según alegó en 2018 en el Santiago Festival Internacional de Cine, por "cobardía". "Necesito sentirme arropada por mis compañeros de rodaje, interactuar con todos ellos, ser parte de una familia", afirmó allí Verdú. "Y he escuchado que Hollywood puede hacerte sentir muy solo. No quiero salir de mi zona de confort”. La ganadora de dos Goyas (por Blancanieves y Siete mesas de billar francés) ya había sido tanteada tras el éxito de Y tu mamá también, pero será ahora cuando de el paso integrándose así en la familia DC en la que ya hay otras dos españolas: Elena Anaya en Wonder Woman y Marta Milans en ¡Shazam!
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“Hollywood me da acidez”. Así de tajante se mostraba Victoria Abril en 2012 al referirse a su paso por el cine norteamericano a mediados de los noventa. Tras el premio de interpretación en Berlín por Amantes, de Vicente Aranda, y tres éxitos con Almodóvar —Átame, Tacones lejanos y Kika— Hollywood le abrió las puertas. Una oportunidad con la que sueñan todos los actores, pero que no impresionó demasiado a la madrileña. "No sirve para nada. Llegar a Hollywood ha sido, como todo en mi vida, una coincidencia. Una coincidencia fantástica". Jimmy Hollywood lo tenía todo para triunfar: un director respetado, Barry Levinson, avalado por Rain Man y Bugsy, un Joe Pesci recién oscarizado y un Christian Slater que acababa de convertirse en antihéroe romántico en Amor a quemarropa. Pero un puñado de buenos ingredientes no garantizan un guiso de calidad y la historia de tres perdedores en la meca de cine no fue el éxito que se esperaba. Aunque como recalcó Juan Cavestany en EL PAÍS, era el papel “más largo e importante de un actor español en una producción norteamericana en muchos años”, Abril no disfrutó con el sistema de trabajo norteamericano. "En Europa se pasa mucho más tiempo en la localización, es una relación constante con el resto del equipo. Aquí sólo los ves cuando estás filmando. Filmas una hora y pasas 10 en el remolque". Tampoco estuvo muy contenta con el resultado final. "Allí el director es un imbécil al que se le echa cuando nos da la gana", confesó en 2012 a EFE. "Y las películas no las monta el director, sino el productor después de haber pasado por el público. Por eso todas tienen el mismo formato. Finalmente, las películas, en vez de tener el punto de vista del autor, acaban siendo una especie de producto que tienes la sensación de conocer. Ese cine no me interesa". En la imagen, Victoria Abril con Joe Pesci.
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En unos años ochenta en los que la presencia de actores españoles en series norteamericanas era nula, la irrupción de Assumpta Serna en Falcon Crest, la serie más popular del momento, fue un bombazo. Su llegada a Hollywood había sido una casualidad afortunada: se había trasladado a EE UU para participar en una obra de teatro y la oportunidad de formar parte de la serie de intrigas vitícolas surgió mientras esperaba el visado de trabajo. A partir de ahí se abrió una puerta por la que se colaron trabajos a las órdenes de directores de la talla de Michael Mann o Samuel Fuller y películas tan populares como Orquídea salvaje junto a Mickey Rourke, un intento por parte del productor Zalman King de repetir el éxito de Nueve semanas y media, o Jóvenes y brujas. Películas que le abrieron la puerta a un sistema que considera “más profesional'', porque "a nadie se le ocurría no estar 15 minutos antes de la hora prevista” y sin alguno de los males del cine español, porque “no había amiguismo”. Eso no impidió que también viviese su lado menos profesional. Como contó en XLSemanal, al poco tiempo de llegar a Hollywood le ofrecieron tener un idilio a la carta para conseguir publicidad, y en el menú, que no aceptó, había nombres como Warren Beatty y Tom Cruise.
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Llegó a Los Ángeles acompañando a su por entonces novia, la modelo Verónica Blume, y una prueba se cruzó en su camino. Como contó a Risto Mejide en Chester, iba a ser para un papel de apenas tres frases, pero él preparó una secuencia de otro personaje que acabó siendo suyo. Así llegó a Blow y a un cine norteamericano en el que desde entonces trabaja más que en España. Tras la cinta con Johnny Depp hizo Dos policías rebeldes II, El Álamo o Riddik y series como Jack Ryan. Habitualmente ha interpretado papeles de narco o macarra de algún país latino indeterminado, un tipo de personajes que actores como por ejemplo Ricardo Darín rechazan, pero que Mollà acepta porque le permiten financiar proyectos más arriesgados y desarrollar sus facetas de pintor y escritor. Y no considera que eso implique un encasillamiento porque, como confesó a al diario El Faro de Vigo, “todo Hollywood está encasillado: Tom Cruise hace de Tom Cruise, lo mismo que Johnny Depp. Así funciona el mercado, te puedes salir un poco de lo establecido, pero tiende a llevarte al mismo lugar”. Aunque también sabe decir que no. El actor rechazó un papel en la última temporada de Perdidos por no pasar siete meses en Hawai y otro en El ataque los clones porque no se veía en ese tipo de producciones. En la imagen, Mollà en el estreno en Los Ángeles de Dos policías rebeldes II.
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En 2006, El laberinto del fauno se convirtió en la película de habla no inglesa con más candidaturas a los premios Oscar y en un éxito de crítica y público que consagró a Guillermo del Toro. En medio de aquella fantasía onírica que se llevó tres estatuillas brillaba el trabajo de Ivana Baquero, que con 12 años no era ni mucho menos una recién llegada. Llevaba ya cinco películas a sus espaldas y salió del laberinto con un Goya a mejor actriz revelación. Al año siguiente rodaba con Kevin Costner La otra hija a las órdenes de otro español afincado en Hollywood, Luis Berdejo, y a partir de ahí iniciaba una carrera en la que tres lustros después se reparte entre Hollywood y Madrid con trabajos como la serie de MTV Las crónicas de Shannara. Sobre su experiencia en Hollywood, Ivana recordó en 2014 a la edición española de Vanity Fair cómo le llamaba la atención que alguien le pidiese 30 autógrafos en un estreno o alfombra roja: "¡Luego descubría que era para venderlos en eBay!".
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Tras verla en La ley de la frontera, de Adolfo Aristaraín, el mexicano Alfonso Arau le ofreció una prueba para ser Victoria Aragón, el interés romántico de Keanu Reeves en Un paseo por las nubes (1994). A su llegada a Hollywood tuvo que competir con otras 300 actrices latinas y, cuando ya había sido elegida, la Fox presionó para que el papel recayese en Winona Ryder. Pero Arau, arropado por el éxito de Como agua para chocolate, se impuso y el papel fue para la española. Un acierto según el crítico Rogert Ebert, que se quedó encandilado con ella. Escribió: “Aitana Sánchez-Gijón es un descubrimiento luminoso. Hija de madre italiana y padre español, ha estado actuando en España desde los 9 años, y aquí, en un excelente inglés, crea una heroína a la vez vulnerable y valiente”. Ni las buenas críticas ni compartir pantalla con el actor más querido de internet, un Keanu Reeves al que calificó de “tímido, amable y sin arrebato de estrella”, le hicieron quedarse en Los Ángeles. El porqué no apostó por una carrera norteamericana se lo desveló a la revista argentina Página12: "Creo que hay que tener una vocación y una ambición determinadas para hacer carrera en Hollywood, centrar la energía en un mundo bastante frío y despiadado que te obliga a despegarte de la vida real, cotidiana y normal”. Y nunca se ha arrepentido. “Fue una decisión totalmente consciente. Además, yo no había buscado trabajar en Hollywood. Vino a mí, no estaba en mis planes. En un punto, fue una experiencia mágica, pero no me llegó a deslumbrar. Trabajar con Keanu Reeves fue muy grato y además me ayudó a desmitificar, a confirmar que todos estamos hechos de la misma pasta y tenemos las mismas vulnerabilidades”.
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Tras el éxito de audiencia que fue El príncipe (Telecinco), González se trasladó a Los Ángeles. “Fui a por un poco de anonimato, a seguir formándome y, no lo voy a negar, también hay cierta ambición por ampliar el negocio”, contó a ICON. Pero en lugar de anonimato se encontró inmerso en el rodaje de X-Men. Primera generación (2011) al lado de James McAvoy, Michael Fassbender y Jennifer Lawrence. El madrileño interpretaba a Riptide, uno de los secuaces de Sebastián Shaw (Kevin Bacon). Con una melena digna de anuncio de champú —se inspiró en un bailaor español del que no quiso revelar el nombre— y sin una sóla línea de diálogo, sí, pero ¿cuántos pueden presumir de haber puesto el pie en una producción que recaudó más de 350 millones de euros en todo el mundo? En Estados Unidos el actor español rodó también un piloto como protagonista de una serie llamada 'Citizen', que finalmente se quedó en eso, en un piloto que no despegó. A su regreso a España de aquella experiencia comentó con sorna: "Me dio un bajón, allí no llamaba tanto la atención... He tenido que volver a España a alimentar el ego".
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Su desprejuiciado papel en Lucía y el sexo no pasó desapercibido en Hollywood, que la reclamó para interpretar a una de las tres novias vampiras de Drácula en Van Helsing (2004). La crítica no fue muy amable, pero la cinta recaudó más de 300 millones de dólares. Una cantidad mareante a la que no se acercaron sus siguientes proyectos, las más íntimas Entre mujeres, junto a Meg Ryan y Kristen Stewart —donde tenía el cinéfilo nombre de Sofía Buñuel—, e Infiltrado, con Bryan Cranston. Pero volvió a superar aquella cifra con su siguiente proyecto en Hollywood, Wonder Woman, que con más de 800 millones de dólares de recaudación se convirtió en la película-evento de la temporada de 2017. La directora Patty Jenkins, fan de Almodóvar, la convirtió en la villana de la superproducción con caracterización homenaje a La piel que habito incluído. "A Hollywood se llega trabajando y he dicho que no a proyectos con los que no me identifico o porque sentía que no era lo mejor que podía hacer”, declaró durante la promoción de Saving Grace, en la que compartía pantalla con Julianne Moore. Asimismo, ha dicho que sí a papeles controvertidos: aceptó trabajar con Woody Allen en un momento en el que la industria norteamericana le dio la espalda (en la reciente Rifkin's Festival), a pesar de que sus amigos le aconsejaron lo contrario e incluso sus representantes le advirtieron lo peligroso que podía ser para su carrera. Anaya ha afirmado que volvería a trabajar con él, aunque como declaró a Buenafuente durante la promoción de la película, Allen le dijo más de una vez que era “la peor actriz de la historia del cine". En la imagen, Elena Anaya (cuarta desde la izquierda) en al estreno de Wonder Woman en Los Ángeles.
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Es una de las caras más reconocibles del audiovisual español, donde ha encabezado producciones como la premiada Noviembre de Achero Mañas. Sin embargo, su nombre aparece cada vez más asociado a producciones norteamericanas como la comedia de Amy Schumer Snatched, Rambo: Last blood y Piratas del Caribe, donde trabajó con Johnny Depp. Un nombre más en la larga lista de estrellas con las que se ha codeado y que incluye a Robert de Niro, Matt Damon o Bruce Willis. Lo achaca a varios motivos. Primero a su aspecto. “En EE UU mi cara no es común y por eso me han dado más trabajo. En España casi todos los días hay alguien que me dice por la calle: ‘¡Coño, te pareces a mi primo!”. Y después, a la falta de proyectos interesantes, algo de lo que culpa a las instituciones: "Las altas esferas gubernamentales intentan destruir nuestro cine. Solo respetan a los toreros. Y ya me dirás tú qué artistas son esos”. Entre España y Estados Unidos encuentra una diferencia fundamental: la manera en la que los fans reaccionan ante las celebridades. “Recuerdo andar por la Quinta Avenida con Benicio del Toro en Nueva York, una vez que íbamos a una tienda de discos, la mar de tranquilos. Por una casualidad me di la vuelta y la ciudad estaba paralizada mirándolo. Ahí entendí el respeto”, declaró a ICON. Y también una anecdótica: la manera en la que la prensa reacciona ante él. “Siempre me han criticado", declaró a S Moda. "He estado en las listas de los peor vestidos de España mientras en Estados Unidos me meten en las de los mejor vestidos”.
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