República Centroafricana es uno de los países más pobres y menos desarrollados del mundo. El recrudecimiento de la violencia que desde hace cinco años azota al país condena la infancia a una situación desesperada: dos de cada tres niños necesitan ayuda humanitaria, denuncia Unicef en el informe 'Crisis en República Centroafricana: en una emergencia olvidada los niños necesitan ayuda, protección y oportunidades de futuro', publicado el pasado viernes.Ashley GilbertsonHajara, de 28 años, y su hijo, Hassan, de tres, delante de su alojamiento en el campamento de desplazados internos de Elevage en Bambari, en el que residen desde hace tres años junto a alrededor de 20.000 personas, en su mayoría musulmanes del grupo étnico Fulani. Cerca de 40.000 desplazados internos se han sumado a los 54.000 habitantes de Bambari, la segunda ciudad más grande de República Centroafricana.Ashley GilbertsonLos niños que necesitan urgentemente ayuda humanitaria son un millón y medio, 300.000 más que en 2016. A pesar de este incremento, la financiación y la atención internacionales no han crecido de manera paralela. A finales de octubre, el Fondo de las Naciones Unidas para la infancia solo había conseguido cubrir el 44% de los 49,7 millones de euros de su llamamiento de financiación de 2018. En la imagen, niños internamente desplazados en el campamento de Sangaris en Bambari. Esta campo se creó alrededor del antiguo puesto militar francés en respuesta a la crisis que estalló en diciembre de 2013.Ashley GilbertsonPersonas desplazadas internamente llevan hierba para construir refugios en el campamento Sangaris en Bambari, en el que viven alrededor de 12.000 cristianos. Muchas familias han tenido que huir debido a la violencia desatada por la lucha entre una docena de grupos armados por rutas de ganadería y tierras ricas en diamantes, oro y uranio. A finales de septiembre, casi 643.000 personas se vieron obligadas a desplazarse en todo el país. Al menos la mitad eran niños.Ashley GilbertsonUnas 573.000 personas buscaron refugio en los países vecinos. Se calcula que uno de cada cuatro niños es desplazado o refugiado, como los que aparecen en esta foto, en el campamento de Sangaris en Bambari.Ashley GilbertsonLos desplazamientos y el escaso acceso a atención médica, agua potable y saneamiento se están reflejando en una crisis de desnutrición infantil, según el informe. Las personas desplazadas internamente recogen agua de un manantial a un kilómetro del campamento de Elevage en Bambari.Ashley Gilbertson
Los grupos armados actualmente controlan cuatro quintas partes del país. Algunos niños se unieron a ellos después de que sus padres fueran asesinados o empujados por la pobreza extrema.
Dos niños se bañan en el río Ubangi, en Bangui, y juegan en la canoa de su padre. Al otro lado del río, se encuentra la República Democrática del Congo.
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Una madre llora mientras su hija se estabiliza en la sala de emergencias de la Clínica Pediátrica de Bangui. Este centro trata a niños que padecen todo tipo de dolencias, incluidos los casos más graves de desnutrición. "La situación es deplorable y está empeorando", dice la doctora Jacqueline Tchebemou. "Cada día vienen más niños".
Más de 43.000 niños menores de cinco años estarán en riesgo muy elevado de muerte por desnutrición aguda grave en 2019, según las previsiones de Unicef. “Las tasas de desnutrición aguda grave han superado el umbral de lo que se considera una situación de emergencia en 16 de los 18 asentamientos informales monitoreados en los dos últimos años. Para los niños que se han visto obligados a adentrarse en el bosque, las condiciones son aún más extremas”, asegura el informe.
Ashley GilbertsonEsther Wandana tiene nueve meses y sufre de desnutrición aguda severa, malaria y VIH. Ha pasado la mayor parte de su corta vida en el Hospital Pediátrico de Unicef en Bangui. Su padre era un consumidor de drogas. La madre, Coue Natasha, de 28 años, cuenta que cuando se quedó embarazada de Esther, su esposo se fue y nunca regresó. Durante un control a lo largo del embarazo descubrió que era VIH positiva.Ashley Gilbertson
Esta es la nueva hija de Yvette Kozenga, de 25 años, nacida en Bambari. El Hospital Universitario de la ciudad es el único en la región y la instalación recibe electricidad solo de manera esporádica. Kozenga y su familia fueron desplazados dos veces. Antes de llegar a Bambara, vivía con su marido y dos hijos en Bria, pero el campamento en el que residían fue atacado e incendiado.
República Centroafricana tiene el segundo mayor índice de mortalidad neonatal y tasa de mortalidad materna en el mundo. La matrona Celestine Yaya ha ayudado a miles de madres como Kozenga en los últimos 30 años. En la actualidad, asegura, atiende hasta 10 partos por semana en su casa de adobe, sin medicamentos ni máquinas. Las madres que acuden a ella a menudo no tienen otra opción: el hospital más cercano está a unos tres kilómetros de distancia en un camino de tierra y ellas no pueden hacer frente al coste de un taxi.
Ashley GilbertsonLa sala de maternidad del Hospital Universitario de Bambari. El centro cuenta con dos médicos, una partera y tres enfermeras.Ashley GilbertsonUn bebé recién nacido, mientras la enfermera le corta el cordón umbilical en el Hospital Universitario de Bambari.Ashley GilbertsonMadenga Fanny, de 28 años, trabaja como maestra en una escuela de verano en Bambari. En República Centroafricana, menos de tres de cada cinco niños acceden a educación primaria. En las áreas más afectadas por la lucha, las escuelas son destruidas o cerradas. En el distrito de Ouaka, por ejemplo, donde trabaja Madenga, al menos una cuarta parte de los centros echó el cerrojo. "Mi trabajo es difícil y no es muy gratificante: muchas personas se burlan de los maestros, dicen que no ganan dinero y que solo son pobres. Pero me gusta", explica.Ashley GilbertsonJóvenes y niños, vestidos con ropa actual mezclada con trajes tradicionales y pintados con polvo de yuca seco, caminan en una ceremonia de educación gubernamental en Bambari.Ashley GilbertsonLos lugares frecuentados por los menores como escuelas, hospitales o edificios de culto, también son blanco de ataques por parte de los grupos armados. En los últimos años, los ataques contra trabajadores humanitarios se ha cuadruplicado, pasando de 67 en 2017 a 294 en lo que va de 2018.Ashley Gilbertson
“Esta crisis es muy olvidada, tanto en cuanto a atención como en financiación. Y lo peor aún está por llegar”, explica en conversación telefónica Marixie Mercado, principal autora del informe. “Las condiciones son desesperadas y no hay señal de mejora. Algunas personas han sido desplazadas múltiples veces. Hay quien elige volver a los campamentos que han sido objeto de ataques incluso sin garantías de seguridad para obtener algo de ayuda”.
En 2017, República Centroafricana ocupó la cuarta posición en la clasificación de los destinos más peligrosos para los trabajadores humanitarios elaborada por Unicef. Solo este año, seis personas han perdido la vida cerca de frontera con Chad. Entre ellos, un trabajador del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.