Londres crea un “impuesto del remordimiento”
Los residentes con más dinero de la capital británica aportarán más a causas sociales

La prensa británica lo ha bautizado como el guilt tax, traducido al español como el impuesto del remordimiento o del sentido de culpabilidad, que algunos de los más opulentos residentes de Londres se dicen dispuestos a pagar en pro de causas sociales. Se trata de una tasa municipal extraordinaria, y voluntaria en su pago, que el Ayuntamiento del barrio de Westminster ha propuesto a sus 15.000 convecinos más ricos para destinar esos fondos a la asistencia de los sin techo y especialmente a muchos jóvenes sin rumbo ni cobertura que pululan por una zona de direcciones millonarias.
El consejo municipal de Westminster acaba de difundir los resultados de una encuesta remitida por carta a los más selectos propietarios de este distrito ubicado en el corazón de la capital británica —y bajo el gobierno de los conservadores—, de los que una mayoría se ha avenido a desembolsar una cuota adicional de 833 libras (unos 938 euros) destinadas a sufragar proyectos locales en pro de los más desfavorecidos. Aunque el clásico votante tory se caracteriza, entre otras razones, por su alergia a una mayor presión impositiva, la inusual demanda recibió el visto bueno del 55% de quienes poseen una casa valorada en al menos 10 millones de libras, del 52% cuya propiedad supera de largo los 5 millones y del 48% de los residentes en aquellas viviendas valoradas por debajo de esta última cifra.
Su disposición a pagar más al municipio y de motu proprio, por muy nimia que aparezca la cifra frente a sus abultadas cuentas corrientes, les ha merecido los parabienes del arzobispo de York y segundo clérigo en rango de la Iglesia anglicana, John Sentamu. El “impuesto del remordimiento” no ha merecido, en cambio, la crítica a los conservadores en el poder por promoverlo mientras al tiempo ahonda en el tijeretazo a las partidas sociales del presupuesto nacional. Quizá porque la iniciativa nace de la crisis en la financiación de los gobiernos locales ingleses, algunos de los cuales afrontan la insolvencia de sus cuentas. Y cualquier tirita es dada por buena.
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