El error de Oxfam
Los controles sobre la conducta ética de los cooperantes fallaron
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Hay conductas que siempre son reprobables, pero aún lo son más cuando se producen en el seno de una organización que tiene como fundamento de su existencia los valores y principios éticos. Resulta del todo inaceptable que miembros de Oxfam contrataran prostitutas y organizaran orgías en 2011 mientras estaban en misión humanitaria en Haití tras el terrible terremoto que asoló la isla. El hecho es especialmente grave si se tiene en cuenta que el responsable de la misión ya había tenido una conducta similar en Chad en 2006. La repetición indica que, al menos en ese momento, los controles internos sobre la conducta ética del personal eran débiles o inexistentes.
La organización expresa ahora su “tristeza, indignación y vergüenza” y está bien que entone un mea culpa sincero. También lo es que a consecuencia del escándalo hayan presentado su dimisión altos responsables de la entidad. Pero lo más importante es garantizar que algo así no pueda repetirse nunca más. Aunque es cierto que la conducta reprobable es imputable a una ínfima parte de sus 10.000 trabajadores, tiene consecuencias devastadoras para todo el sector de las ONG. Hechos como este no solo dañan el prestigio de una organización humanitaria que opera en 90 países, tiene más de 2.000 programas en curso y cuenta con millones de colaboradores; también causa un daño directo irreparable a los millones de personas en situación de vulnerabilidad que pueden beneficiarse de la solidaridad internacional a través de este tipo de organizaciones.
Hay que aplaudir la voluntad de Oxfam de recuperar la confianza de la ciudadanía y celebrar su anuncio de que aplicará medidas de control interno rigurosas y eficaces para evitar que hechos tan graves se repitan. Ello requerirá un gran esfuerzo y mucha transparencia. No hay otro camino para recuperar la credibilidad de una organización que, como el resto de ONG, es y seguirá siendo muy necesaria.
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