Lentejas
El pacto de las lentejas viene a ser que se puede firmar un pacto solo para poder formar gobierno, a sabiendas de que está uno engañando a todo cristo

Me tiene patidifusa el llamado pacto de las lentejas, que viene a ser que se puede firmar un pacto solo para poder formar gobierno, a sabiendas de que está uno engañando a todo cristo, y una vez cumplidos los deshonestos objetivos puede decirse abiertamente y sin pudor ninguno que total, como todo el mundo sospechaba, se trataba de una engañifa sibilina para conseguir una meta y en ningún momento nadie tuvo la intención de cumplir lo que prometió. Ya me enerva —como a la mayoría, sospecho— que los que me mandan me mientan, pero que no se esfuercen en disimular, sencillamente, me alucina.
En Crimen y castigo, Raskolnikov se sumerge en una espiral de comportamientos audaces y estúpidos por poco prudentes con un solo propósito, totalmente involuntario en realidad: que alguien se dé cuenta de lo que ha hecho y le entregue, porque él es incapaz de hacerlo. A veces uno desea, necesita ser cazado y recibir el castigo correspondiente, siente que ha desaparecido en él la capacidad de distinguir bien y mal, que ha perdido la perspectiva.
Me pregunto si es esto lo que está pasando, si se trata de una especie de petición enrevesada de auxilio, una purga de conciencia, si resulta que los políticos están tratando de darnos la responsabilidad de su frenada, que son tan incapaces de sostener su honor que nos lo ofrecen entre las manos, azul de asfixia, esperando que alguien les grite basta y se lo arrebate. Deseo que sea así, no soporto la idea de que duerman como querubines, porque si su impunidad es pura falta de empatía y despotismo, se me llena la conciencia política de decepción y de espanto, señores.
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