Prostitución en La Jonquera
La alcaldesa y la jefa de policía, incapaces de erradicar el comercio sexual que se ha adueñado de este pueblo fronterizo

Solo hay que pasear por La Jonquera para percibir un aire denso de frontera polvorienta. Hileras de camiones parados, grandes almacenes a los que peregrinan franceses en busca de licores más baratos, gran prostíbulo y chicas en las calles. Chicas jóvenes en las esquinas, los arcenes, los descampados; esperando. La Jonquera se ha convertido, muy a su pesar, en el paradigma de las contradicciones que plantea la lucha contra la prostitución en España. Precisamente por su condición de ciudad de frontera, fue elegida para ubicar un macroprostíbulo de 90 habitaciones, el Paradise, que abrió sus puertas en 2010 pese a la firme oposición del Ayuntamiento. Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña le obligó a conceder la licencia.
La presencia del prostíbulo no ha erradicado, como pretendían sus defensores, la prostitución callejera. Al contrario. Ahora el prostíbulo trabaja a pleno rendimiento y en las calles, mujeres venidas de Rumanía o de Bulgaria se ofrecen a los clientes, vigiladas por los hombres que las explotan.
Tampoco ha impedido el prostíbulo que cunda la trata de mujeres. El mismo propietario del burdel ha sido condenado a tres años de cárcel porque en sus locales se encontraron mujeres obligadas a prostituirse.
Contra esta deriva de degradación luchan dos mujeres, la alcaldesa, Sònia Martínez, y la jefa de Policía, Lluïsa Santos. Pero la experiencia muestra que los instrumentos a su alcance son insuficientes.
Como en otros municipios, una ordenanza municipal prohíbe la prostitución callejera. Esta es la fórmula que quiere implantar también el consejero de Interior en toda Cataluña.
Multar a las prostitutas y a los clientes tiene, sin embargo, efectos limitados. En el caso de La Jonquera, lo que se ha conseguido es colapsar los servicios policiales y administrativos del municipio y la demanda no ha disminuido. Al haber más oferta, hay también más clientes; jóvenes que tienen posibilidad de sexo libre, pero para los que consumir el cuerpo de una mujer es equivalente a consumir una cerveza.
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