Grandes remedios
La geoingeniería ya no es ciencia-ficción pero hay que abordarla con precaución

Que la actividad humana esté calentando el planeta no quiere decir que restringir la primera sea la única forma de mitigar lo segundo. También es posible estimular otra clase de actividades humanas que, de hecho, enfríen el planeta. Se trata de proyectos serios, desarrollados en los últimos años por científicos o tecnólogos, y de una envergadura tal que empiezan a englobarse bajo un término que parece tomado de la ciencia ficción: geoingeniería, una ingeniería que no se conforma con menos que transformar la Tierra en su conjunto.
Las ideas son tan variadas como la imaginación humana. Sembrar nubes de partículas en la estratosfera, a imitación de lo que hacen las erupciones volcánicas, que reflejen de vuelta al espacio profundo buena parte de la radiación solar que de otra forma caldearía los océanos. Cultivar grandes extensiones de terreno con cosechas de colores claros, que absorben mucho menos calor que la vegetación oscura. Instalar en órbita una red de satélites con grandes pantallas brillantes desplegadas, como espejos espaciales que nos pondrían a todos bajo una especie de sombra tecnológica. Y una amplia variedad de sistemas para secuestrar el mismo carbono atmosférico que acabamos de emitir.
Aunque su nombre lo parezca, sin embargo, la geoingeniería ya no es ciencia ficción. La Royal Society británica —la que presidió Newton— ha reunido a la crema internacional del ramo, 27 expertos de 17 países, para evaluar el interés de esos megaproyectos, su viabilidad científica y económica, su balance de pros y contras en el aventurado juego del clima global. La conclusión se puede resumir en una palabra: precaución.
El informe de la Royal Society resalta que la geoingeniería no debe considerarse una alternativa a las políticas de reducción de emisiones, pero también reconoce de plano que tiene la capacidad real de enfriar el planeta, o de compensar parte del calentamiento global causado por las emisiones de gases de efecto invernadero. No parece haber duda de que esos megaproyectos pueden llegar a ser muy valiosos, y además sus efectos serían lo bastante rápidos como para notarlos en una sola generación. Pero los científicos creen que no deben utilizarse sin investigarlos antes. De nuevo, precaución.
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