Desfile de "burkinis" en el Mar Muerto


Como todo turista que visita Jordania yo también me acerqué a ver el Mar Muerto.
Sus peculiaridades incitan a ir: es el punto más bajo de la tierra (406 metros por debajo del nivel del mar), su salinidad de casi el 35% impide cualquier atisbo de vida y si te bañas en él, flotas. Y si tienes una herida en la piel por pequeña que sea, ves las estrellas.
Pero la realidad es que cuando llegas al Mar Muerto, decepciona. O por lo menos no te impresiona tanto como imaginabas.
Visto de lejos, es un lago más; con aguas azules y rodeado por montañas desnudas. Luego cuando te acercas descubres que las grandes piedras que rodean la ribera están enfundadas en una costra de sal cristalizada que llama poderosamente la atención. Y que si las aguas están calmas, espejean brillantes colores rosáceos al amanecer y al atardecer.
A mi sin embargo, más que la típica foto del bañista flotando mientras lee el periódico me impresionó otra cosa: no se ven velas, ni barcas, ni puertos, ni redes ni pescadores en sus orillas. Esa si es una sensación extraña. Un mar al que le han quitado parte de su iconografía. Es entonces cuando te percatas que de verdad estás delante de un muerto muy muerto.

Piscinas en las que causa furor el burkini, el bañador islámico que se puso de moda hace tres años entre las mujeres musulmanas deseosas de cumplir con los preceptos del Islam pero que no querían renunciar a la playa o el baño. Para un no musulmán resulta chocante meterse en el agua tapado hasta la frente, pero reconozco que el invento es mucho más práctico que tener que estar enfundada en vaqueros, abrigo y hiyab, con la que cae aquí en el Mar Muerto a mediodía.
El burkini ha generado polémica en Holanda, Francia y Bélgica y su uso está prohibido en algunas piscinas públicas. Pero en los países musulmanes ha sido toda una revolución.
Encontraréis varios hoteles en esta orilla jordana del Mar Muerto. Yo estuve en el Mövenpick, que para ser un cinco estrellas tiene precios bastante asequibles (desde 98 € más tasas la doble). La verdad es que si ves la foto de arriba, que corresponde a un atardecer desde una de sus piscinas, con el Mar Muerto al fondo y las luces de Jericó y Jerusalem tintineando en la otra ribera, te entran ganas de irte para allá de inmediato.
Y quizá tampoco sea tan mala idea. Solo que tienes que asumir que no vas a la playa: la ribera del Mar Muerto es un canchal de piedras incómodas para el baño. Pero si te gusta disfrutar de estos megaresort de vacaciones, es tu sitio.
Y siempre podrás decir que te has bañado entre burkinis en el centro geográfico de toda la historia de las religiones.
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