Pilar García Ceballos-Zúñiga: “Donde hay una necesidad, hay una fundación; tenemos un radar social inmediato”
La presidenta de la Asociación Española de Fundaciones (AEF) narra una historia de mutua necesidad. La de un Estado que ni puede ni debe llegar a todas partes. Y la de las organizaciones filantrópicas que necesitan lo público para multiplicar su potencial

Para comprender la cantidad y variedad de las necesidades sociales en España bastaría un vistazo a la lista de las organizaciones que hacen de esas necesidades, sus causas. De ahí el titular de este artículo.
Que haya tantas fundaciones, más de 10.000, puede interpretarse como el reflejo de un considerable grado de carencias. En un mundo ideal las fundaciones no serían necesarias. Pero en el mundo real esa abundancia también “es un síntoma de fortaleza de la sociedad civil y de su capacidad de organizarse si considera que alguna necesidad no está atendida. Las fundaciones son cauces de participación”, apunta la presidenta de la AEF. Por eso sugiere “confiar más en el valor de la iniciativa privada para alcanzar fines de interés general. El Estado ni puede ni debe hacerlo todo, necesita al Tercer Sector”.
¿Apuramos a fondo esa capacidad? No precisamente, ni en España ni en Europa, a juzgar por el análisis Filantropía Europea, un potencial sin explotar, del Comité Económico y Social comunitario. “A veces se nos percibe como un hecho excepcional, cuando somos una realidad sin la que no puede funcionar ningún país”, señala Pilar García. Las fundaciones, de hecho, superan a las instituciones en facetas clave: “Estamos muy próximas a la calle, adaptadas a la realidad social y a esa pluralidad de causas. La capilaridad es una de nuestras grandes fortalezas”. Pero al mismo tiempo necesitan, y reclaman, el respaldo institucional para que ambos ámbitos, público y privado, se refuercen mutuamente.
“El Estado ni puede ni debe hacerlo todo, necesita al Tercer Sector”
Para empezar, “con un marco de regulación más estable y moderno que se adapte a un sector maduro como el español, que nos facilite operar”. Aunque es complicado comparar sociedades diferentes, para García el modelo de Reino Unido, por su sentido práctico, podría inspirar al español: establece una base común que ayuda a las organizaciones benéficas a constituirse y cumplir todos los requisitos legales, pero a partir de ahí resulta flexible, no constriñe esa capacidad de adaptación a pie de calle. Pilar García insiste en el carácter complementario con lo público. No es que las fundaciones sean necesarias para compensar unas instituciones débiles. Al contrario, una institucionalidad fuerte, eficiente, tiende a reconocer el papel de las fundaciones y facilita el marco para apurar ese potencial, favorece su sostenibilidad operativa y financiera. ¿Cómo? Con alianzas entre fundaciones para escalar proyectos y acuerdos con instituciones y empresas públicas para planificar a medio y largo plazo, “no solo en el minuto actual. No debemos depender de fuentes de financiación únicas sino diversificadas y generar recursos propios; las fundaciones más estables así lo han hecho. Esto no siempre se entiende”.
Pongamos un ejemplo: un donante financia a una fundación dedicada a formar investigadores y pide que todo el dinero vaya a proyectos. Pero si ese donante se retira —“un donante no se sustituye de un día para otro”—, el proyecto colapsa aunque esté a punto de dar resultados; la inversión no se rentabiliza. Por eso García considera vitales las alianzas entre fundaciones y dotarles de cierta estructura para trabajar a largo plazo y tener capacidad de reacción en el inmediato. “Actuar ante una emergencia también exige estar preparado. Es muy positivo que en esos momentos se desate la solidaridad, pero no se puede improvisar la actuación”.
Un marco regulatorio eficiente, sostenibilidad financiera y alianzas reforzadas completan la fórmula del impacto social. Y un último factor puede multiplicarlo: el reconocimiento ciudadano que llama al reconocimiento institucional. “En España hay margen de mejora para que la sociedad conozca la labor de las fundaciones y de miles de voluntarios que ofrecen su tiempo, su experiencia y su cualificación para mejorar la vida de millones de personas”.