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La influencia decisiva de las fundaciones españolas en la sociedad y la cultura

La tradición del mecenazgo ha seguido en nuestro país un camino singular, alejado del modelo anglosajón y más vinculado a iniciativas institucionales que a grandes fortunas individuales. Desde las obras sociales de las antiguas cajas de ahorro hasta el auge de pequeñas fundaciones nacidas de experiencias personales, el sector ha vivido una transformación profunda que plantea nuevos retos en profesionalización, colaboración y visibilidad. Esta es la radiografía de un modelo de filantropía en evolución

Una visitante contempla una de las obras pictóricas en la muestra de arte 'La isla del tesoro. Arte británico de Holbein a Hockney', en la Fundación Juan March.

Durante la primera mitad del siglo XX, Calouste Gulbenkian fue considerado el hombre más rico del mundo. Este empresario de origen armenio, nacido en el Imperio Otomano, fue pionero de la explotación petrolífera de Oriente Medio, convirtiéndose en el nexo entre Europa y las entonces vírgenes reservas de países como Irán. En su época, se le conocía como “Mr. Five Per Cent” (el “Señor 5%”), debido a que esa era la participación que le debía ceder la compañía Turkish Petroleum, fundada por varias petroleras europeas para controlar la explotación en aquella zona del mundo. Parte de su inmensa fortuna la empleó en la filantropía, en especial para la comunidad armenia, y en una de sus pasiones: el coleccionismo de arte. Negociador despiadado, en la biografía Mr Five Per Cent, escrita por el historiador Jonathan Conlin, se cuenta cómo, en la década de 1920, consiguió hacerse con varias obras de Rembrandt pertenecientes al Museo del Hermitage, aprovechando la falta de liquidez de la recién instaurada Unión Soviética.

José Lázaro Galdiano, como tantos otros filántropos, fue un apasionado defensor del coleccionismo. A los 22 años ya contaba con una biblioteca de mil volúmenes y a lo largo de su vida atesoró una colección de más de 20.000 libros, manuscritos, incunables, impresos ilustrados, epístolas y documentos únicos.

Cuando estalló la II Guerra Mundial, Gulbenkian comenzó a buscar asilo para su familia y su colección de arte, muchas de cuyas piezas guardaba en un museo privado de París y que, al final de su vida, llegaría a superar las 6.000 obras. Su destino, se cuenta, pudo haber sido España, pero el gobierno de Franco no le dio facilidades para ello mientras que, en la vecina Portugal, otro dictador, Salazar, le permitió instalarse en Lisboa con exenciones fiscales. Allí murió en 1955 y, en agradecimiento al pueblo portugués, donó su colección en lo que se convertiría más tarde en la Fundación Gulbenkian, una de las mayores instituciones de arte del país vecino.

La historia de la frustrada llegada de Gulbenkian a España, pese a que nunca ha podido ser confirmada, sirve para ilustrar la historia de las fundaciones y el mecenazgo en nuestro país, que ha seguido un modelo alejado del anglosajón y del del norte de Europa. La labor de protección de las artes y de ayuda a los necesitados, que históricamente ejercieron las monarquías y la Iglesia, no caló de igual manera en la burguesía y las grandes fortunas empresariales de finales del siglo XIX y comienzos del XX, salvo contadas excepciones. La fundación creada por un benefactor con nombres y apellidos no ha sido habitual, con la excepción de las colecciones de personalidades con amplia relación con el mundo de la cultura, como José Lázaro Galdiano, o de Juan March, que creó la fundación que lleva su nombre siete años antes de su fallecimiento. El modelo español sería otro.

Idiosincrasia propia

Las razones para esa diferencia son diversas, desde lo cultural a lo económico. “Hay marcos que propician una cultura más proclive hacia la creación de la figura de los mecenas, algo que está menos presente en la cultura mediterránea y más en la anglosajona”, indica Juan Arturo Rubio Aróstegui, profesor e investigador cultural de la Universidad Antonio de Nebrija. “Nuestro país ha tenido como referencia a Francia, y ese modelo tiene una serie de características distintas al Estado liberal anglosajón. Hay momentos en que las fundaciones privadas se convierten en motores culturales y científicos por encima del Estado, cuando este baja su nivel de fomento, y eso ha sido trasladado al ámbito estadounidense, en el que la aportación de los patronos a las instituciones, como las universidades privadas, es determinante”, añade. “Un ejemplo es la ópera, una de las artes más caras y más difíciles de financiar. Mientras que en Europa tiene una financiación por parte de los distintos niveles del Estado bastante alta, en Estados Unidos esa aportación estatal no existe. Eso lo asume el patronato, compuesto sobre todo por personas físicas”. En la confección del escenario del mecenazgo en España, sin embargo, sí que aparecería un agente diferenciador. “En España hemos tenido un fenómeno muy interesante, y creo que único, que es el de las cajas de ahorro”, apunta Rubio Aróstegui sobre unas entidades que nacieron, en muchos casos, en el siglo XIX, con una fuerte vocación de servicio público heredada de sus antecesores, unos Montes de Piedad que realizaban préstamos sin intereses. “Su obra social y cultural tuvo una dimensión enorme hasta que cayeron como consecuencia de la crisis de finales del siglo pasado. Era un ecosistema muy particular, en el que los beneficios que obtenían las cajas de ahorro los transferían a la sociedad a través de las artes, las ciencias o los proyectos de apoyo social”.

La Fundación Juan March, establecida en 1955 por el financiero Juan March Ordinas, destaca como ejemplo paradigmático de mecenazgo en España. Su sede en Madrid, inaugurada en 1975, alberga una amplia colección de arte contemporáneo español.

Pese a que en la actualidad todavía puede percibirse su influencia, desde instituciones como La Casa Encendida, con orígenes directamente vinculados a Caja Madrid, el docente e investigador señala que esa labor que ya no se realiza ha dejado un cierto vacío. “En el modelo español las cajas de ahorro tuvieron una relevancia importante durante años, incluso para las becas de doctorado. Por ejemplo, las becas de La Caixa para poder estudiar fuera, que sí que se han mantenido, pero muchísimas otras cayeron”. Una diferenciación importante, ya que el apoyo a la formación por el sector privado es menor en España que en otros países. “Por ejemplo, hay pocos doctorados industriales en España porque no se dan las condiciones para que las empresas acojan a doctores que les van a solucionar un problema. Eso es algo que no está en la cultura del empresariado español”, añade Rubio Aróstegui.

En el escenario de las fundaciones posterior a la crisis económica se presenta, por tanto, una necesidad de nuevas vías, que pasa a menudo por la colaboración, los modelos en los que los sectores público y privado cooperan, y la labor del mecenazgo llega desde una multiplicidad de benefactores. Dominique Gross, director de Diagram, consultora especializada en el sector social, explica el ecosistema actual en nuestro país: “Actualmente hay aproximadamente unas 10.000 fundaciones en activo en España. Muchas de ellas surgen de iniciativas personales; alguien que tiene una situación en concreto, que le ha sucedido algo a un hijo o una hija, por ejemplo, y monta una entidad social para que otras personas puedan implicarse”, detalla. Estas pequeñas fundaciones, que en la mayoría de los casos surgen para cubrir necesidades sociales poco atendidas, han ido evolucionando en los últimos años. “Hay una creciente profesionalización de las entidades sociales en general y, en particular, de las fundaciones, una mayor toma de conciencia de la importancia de profesionalizarse”, confirma.

Uno de los grandes retos de las fundaciones donantes es conseguir que su labor sea mejor percibida por la sociedad y aprender a comunicar más y mejor lo que están haciendo para lograr un mayor impacto

En ese sentido, una de las vías para llegar a mayores cotas es la colaboración. “Hay una tendencia a la atomización. A todos nos cuesta, a veces, trabajar con otros, y eso se refleja también en el sector social”, añade Gross. “Como consultores, una de las cosas que más nos cuesta conseguir es que varias entidades sociales trabajen juntas”. En el caso de las fundaciones de mayor alcance, Gross también percibe una búsqueda para optimizar sus iniciativas. “En las fundaciones donantes existe una tendencia de intentar medir más y mejor el cambio en la vida de las personas a las que apoya. Se busca un enfoque más sistémico, no tanto de financiar proyectos muy específicos sino de, por ejemplo, sentarse con Organizaciones No Gubernamentales a las que se va a apoyar y pensar junto a ellas qué se necesita para lograr un mayor impacto social”, detalla. “Esto lo vemos también en patronatos y en juntas directivas, en los que cada vez se incorporan perfiles más profesionalizados”.

Caixaforum es una red de centros culturales promovida y gestionada por la Fundación 
La Caixa. Estos espacios suelen ubicarse en edificios históricos rehabilitados.

Asignaturas pendientes

De la misma forma, los retos de las fundaciones y el mecenazgo para el futuro pasan por otras mejoras. “El marco legislativo en España todavía no es muy favorable a las asociaciones y a las fundaciones”, señala Gross. “En una donación clásica, lo máximo que se puede desgravar ahora mismo, salvando los primeros 200 o 250 euros, es un 40%. Estamos todavía muy lejos de los países anglosajones. También incorporar más a la mujer en puestos de responsabilidad en los patronatos y en los equipos directivos. Hay muchísimas más mujeres que hombres en los equipos técnicos, pero en cuanto subimos el escalón a puestos de responsabilidad, ese porcentaje baja mucho”. No menos importante es el aspecto comunicativo. “Uno de los grandes retos de las fundaciones donantes es conseguir que su labor sea mejor percibida por la sociedad. Evitar el paradigma de Amancio Ortega, que cada vez que lleva a cabo alguna acción filantrópica es muy criticado. Es posible que haya cosas que a lo mejor no se han hecho del todo bien, pero hay otras acciones muy interesantes. Aprender a comunicar más y mejor lo que se está haciendo desde las fundaciones filantrópicas también es un reto, algo necesario para conseguir más impacto de nuevo”, concluye.

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