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Contenido patrocinadoFundaciones

Delphine Moralis: “La filantropía me inspira esperanza porque se arraiga en la solidaridad, la generosidad y el amor”

La sociedad civil europea, ¿más fuerte o más vulnerable que nunca? Aunque parezca un contrasentido, la respuesta es ambas. Por un lado, acusa el deterioro de sus fundamentos democráticos y perspectivas socioeconómicas. Por otro, avanza la capacidad de sus fundaciones para atacar de raíz esas carencias. Una encrucijada que analiza, con conocimiento de causa, la CEO de PHILEA, la principal asociación filantrópica del continente

Delphine Moralis es directora ejecutiva de PHILEA (Philanthropy Europe Association).

Delphine Moralis aborda ese equilibrio entre la preocupación y la solución. Lo hace desde una perspectiva profesional, académica y emocional —quizá la adecuada para una filantropía que necesita eficacia más allá de la buena voluntad—. Aporta a PHILEA sus maestrías en filosofía y estudios europeos, y más de dos décadas de trabajo en oenegés dedicadas a la infancia y la igualdad. Si puede definirse en una frase, es esta: “La imaginación compartida crea colaboración. La colaboración crea comunidad. La comunidad inspira el cambio social”.

¿Qué lecciones personales y profesionales ha aprendido de las fundaciones?

Nos enfrentamos a policrisis cada vez más complejas, agravadas por los recortes en la financiación. Pero el capital a largo plazo y la paciencia de la filantropía le permite innovar, invertir de manera más flexible y asumir algunos riesgos mejor que los gobiernos. He descubierto su profundo conocimiento, su creatividad, su arraigo social, la capacidad de potenciar ideas y experiencias locales. Estos recursos son, en mi opinión, su faceta más emocionante; desde la especialización temática a la capacidad de tejer colaboraciones y apoyar a las comunidades. La filantropía me inspira esperanza porque se arraiga en la solidaridad, la generosidad y el amor. Son valores fundamentales para navegar en estos tiempos difíciles.

“Frente a la crisis climática, el aumento de la desigualdad, el retroceso democrático y los recortes en financiación, las organizaciones filantrópicas necesitan ser más valientes y aprovechar al máximo todas sus herramientas”

¿El sector europeo refleja la fuerza, y también la debilidad, de la sociedad civil?

Es parte de ella y, al mismo tiempo, actúa como su facilitador. También de la economía local, con la que está estrechamente vinculado. Es un sector en sí mismo y se distingue por invertir recursos privados, financieros y no financieros, para el bien común. Comparte con la sociedad civil esas virtudes de solidaridad y generosidad, por eso se ven afectadas cuando se reduce el espacio cívico. Acusa los recortes en fondos y las amenazas legales y administrativas a principios básicos como la libertad de asociación. Enfrenta restricciones en aspectos como las donaciones transfronterizas y la financiación foránea en Europa. Y todo esto limita ese papel facilitador de la sociedad, cuando la filantropía, aunque su disponibilidad de fondos está muy lejos de la del sector público, sin duda es un catalizador único y muy necesario para el progreso.

¿Qué pueden hacer las fundaciones frente a la degradación de esas sociedades democráticas?

Es fundamental abordar las causas profundas del populismo. Necesidades críticas como la vivienda asequible no reciben suficiente financiación, mientras el costo de la vida se dispara. Este descuido amplía las brechas socioeconómicas y el sentimiento de que las democracias actuales no tratan a todos por igual. El deterioro de las perspectivas de los más jóvenes aumenta el enojo contra los partidos gobernantes, y la sensación de aislamiento y pérdida de comunidad agrava el descontento. Nuestra versión actual de la democracia padece problemas sistémicos que minan la confianza: subrepresentación, ciclos políticos que fomentan el pensamiento a corto plazo y la debilidad del Estado de Derecho. Para entender y abordar esta interacción de desafíos, la filantropía debe mirar más allá de los síntomas y enfocarse en las causas profundas. Podemos hacerlo, contamos con un potencial sin precedentes, un rico ecosistema de organizaciones con métodos innovadores y probados para emplearse en defensa de la democracia.

PHILEA organiza viajes para aprender de otros modelos filantrópicos más allá de Europa. También participa en el movimiento WINGS, que reúne a organizaciones de todo el mundo.

¿Cómo evolucionan para mejorar su eficacia a pie de calle?

Crecen en variedad de áreas y enfoques. Algunas fundaciones concentran su apoyo en un grupo específico y cubren cualquier problema potencial que le afecte; por ejemplo, mujeres o personas con discapacidad. Otras amplían el espectro de poblaciones o grupos pero se centran en una sola causa, como el clima. Y luego están las combinaciones intermedias, desde fundaciones con un mandato amplio y temático a aquellas con una perspectiva sistémica en todo lo que hacen, que deciden estratégicamente dónde marcar la diferencia con su experiencia y sus recursos. Por eso cada organización es sui generis. Usan herramientas innovadoras como la inversión en el impacto social o las alianzas público-privadas. Diversifican sus formatos, desde las comunitarias a las empresariales, para desempeñar papeles específicos en un ecosistema común. Y facilitan una financiación flexible en los proyectos desde etapas tempranas para apoyar a grupos en situación de riesgo o en temas complicados. Se trata de cómo trabajan y de con quién trabajan, porque una de sus fortalezas es la capacidad de conectar con el sector privado, la academia, los gobiernos y otros actores menos formales. Por supuesto, esta diversidad también implica complejidad y el sector debe mejorar algunos aspectos como simplificar y agilizar procesos.

¿Pondría algunos ejemplos de esos enfoques innovadores?

Las organizaciones siguen trabajando en las causas tradicionales —educación, cultura, salud, desarrollo socioeconómico, causas ambientales...— y se abren a otras como la salud mental, la igualdad racial y de género, el clima, democracia y cohesión social o la regeneración de comunidades. Hay muchísimos enfoques innovadores, por ejemplo un festival en Alemania fomenta las oportunidades de las tecnologías emergentes y la inteligencia artificial para las personas mayores. FoodPaths tiene como objetivo garantizar un sistema alimentario saludable, sostenible, seguro y justo. Journalism Funders Forum es una comunidad abierta de financiadores para un periodismo independiente y de calidad como pilar democrático. Otro caso es una iniciativa finlandesa que financia proyectos de investigación, arte, periodismo y activismo sobre los beneficios y los significados de los bosques para la sociedad.

Desde esa perspectiva panorámica, ¿cómo valora al sector en España?

Es uno de los cinco primeros países por número de fundaciones y cuenta con algunas de las mayores en el continente. En comparación, se diferencia por una menor dotación y que las subvenciones no son la principal forma de practicar la filantropía. De hecho, algunas de sus mayores fundaciones están adoptando un enfoque más operativo y gestionan sus propios programas. Pero esto no resta generosidad al sector español y al esfuerzo de tantas iniciativas locales para contribuir al bien común. Aunque algunas organizaciones quizás no vean esto como una parte central de su identidad, las soluciones locales suelen ser claves para resolver problemas globales.

“Por buenas razones, las fundaciones europeas desean mantener su autonomía, aunque esto puede ser un impedimento para las alianzas público-privadas. En este sentido, sirve de referente la filantropía asiática, que busca colaborar con los gobiernos en un rol complementario... Y tenemos mucho que aprender de la resiliencia y determinación de la filantropía africana”

¿Qué modelos internacionales ofrecen pistas para mejorar el europeo?

Por buenas razones, las fundaciones europeas desean mantener su autonomía, aunque esto puede ser un impedimento para las alianzas público-privadas. En este sentido, sirve de referente la filantropía asiática, que busca colaborar con los gobiernos en un rol complementario. En el continente africano la filantropía está en todas partes y los europeos tenemos mucho que aprender de su resiliencia y determinación. Por ejemplo, la primera universidad de Botswana fue construida gracias a las personas que vendieron sus vacas para financiarla. Latinoamérica se enfoca más hacia la inversión de impacto y el emprendimiento social, en equidad racial y justicia o apoyo directo a movimientos y comunidades. En Estados Unidos, que en muchos aspectos domina la imagen del sector en el mundo, avanza la filantropía basada en la confianza. Todas estas prácticas, mentalidades y modelos son muy útiles para el sector europeo, y con ese objetivo invertimos en viajes de aprendizaje.

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