Una oferta a la pata coja
Competencia debería ajustar más las condiciones que se imponen a la opa y la prima ofrecida ha quedado anulada por la cotización bursátil


En un denso año de OPA hostil, el ofertante BBVA ha modificado su oferta inicial cinco veces. Ha endosado en cada una de las rondas mejoras milimétricas que no han convencido ni a la cúpula del opado Sabadell, ni al mercado.
Las sucesivas versiones han sido inducidas por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), y/o pactadas con el opante. Una subasta habitual, pero en esta ocasión los numerosos cambios contrapuntean una OPA que se presentó como paquete acabado, casi intocable.
También los técnicos de Competencia han aprendido con la realidad, más compleja que la intuida. Al principio, el organismo prometió aplicar igual metodología que en casos precedentes: el último, la absorción de Caja Madrid por CaixaBank. Pero ni la solvencia y rentabilidad de las entidades opadas, la madrileña (saliendo de su crisis) y la vallesana (a buen rendimiento), pueden parangonarse. Ni los mercados de las fusionables se solapaban tanto. Ni reducir el número de actores en España de cinco grandes a cuatro es tan severo como pasar de cuatro a tres, amén del efecto acumulativo, negativo para los consumidores, de sucesivas fusiones.
Tampoco las dos cajas se especializaban en empresas, como estos bancos, sino en familias. Por eso, un análisis de la afectación de la competencia basado en la concentración por distritos postales resultaría más teórico que la realidad en el terreno. Si los autónomos, excluidos de las pruebas pese al lamento (seguramente exagerado) del Sabadell y las microempresas/taller se comportan como las familias, no sucede así con las pymes de mayor dimensión y tráfico financiero. Estas se mueven de distrito postal en busca de mejores condiciones. Si se falla en esta consideración, el dictamen entraría en barrena.
La CNMC ya corrigió su grave error de limitar sus consultas solo a los demás bancos, ese sesgo de captura del regulador, dada la conocida postura favorable y el eventual interés de las entidades en concentrarse y eliminar competidores. Solo las abrió a representaciones de consumidores y clientes (actuales o futuros) tras el recurso ante la Audiencia Nacional de la patronal Fomento. Su dictamen brinda un panorama catastrófico, de reducción del crédito a pymes de hasta 75.000 millones de euros (la mitad de la cartera del banco), de materializarse la operación. Otra patronal, más apegada al subsector, Pimec, pide directamente el veto a la OPA.
El argumento esgrimido a favor del BBVA de que los bancos españoles son muy competitivos con sus colegas europeos en hipotecas (precio y volumen) es cierto. Pero insuficiente. No incorpora los requisitos de vinculación que suelen endurecer sus condiciones, ni la afectación de mercados conexos, como el de seguros. Y el mercado de depósitos tiene trazas de oligopólico: en España se repercutió el alza de los tipos de interés, pero no se ecualizó el ritmo de remuneración con los demás.
Así que un 43% de los clientes del banco opado se plantean marcharse si hay fusión, según una encuesta de ISPD/Netquest (Ara, 21/9/2024). Y, globalmente, la banca española es la segunda más concentrada (tras la holandesa) de la eurozona. Además, entre la entidad fusionada y CaixaBank pasarían a controlar el 70% de las oficinas bancarias en Cataluña, según Pimec.
En todo caso, los remedies, o paliativos asumidos por el BBVA en favor de los clientes, son más temporales (hasta 18 meses o 3 años) que estructurales. Y flojean en el ámbito de aplicación, pues se mantendría el circulante solo a los del Sabadell (se les podría cancelar el otorgado por el BBVA). Más duro: el volumen de crédito permanecería para quienes tuvieran el 100% con uno u otro banco o con los dos. Con esta remedy los beneficiados solo serían el 5% de las pymes clientes actuales o el 1% de su crédito total, según la consultora FRS Inmark. O la CNMC ajusta ese compromiso o se trata de una cojera integral: negativa para el 95% restante de los clientes y el otro 99% del volumen de crédito.
La otra gran cojera afecta a los accionistas del banco opado. Es triple. Uno, la prima ofrecida hace un año por el opante era del 30%: la evolución bursátil, favorable a la entidad menor, la ha anulado completamente, es negativa. Dos: el badwill o diferencia entre el valor contable en libros y la capitalización bursátil se ha convertido en goodwill, pues ahora el Sabadell cotiza en torno a los 2,50 euros: por encima de su valor en libros. Así que desaparece la ventaja de 2.134 millones de plusvalía contable que aparecería con la operación, que absorbería los costes de la misma, como ocurrió con CaixaBank (“¿Por qué se evapora la opa del BBVA?”, 25/1/2025)”.
Y tres: en caso de compra, pero no de fusión, las sinergias (ahorro de costes operativos) previstas por BBVA en 850 millones (despidos, cierres de oficinas) no podrían igualarse a las de esta. Quedarían solo las logradas repartiendo la inversión tecnológica, el punto fuerte indiscutible del opante. Pero que podría lograrse con otro tipo de operación, como un acuerdo para compartirla de larga duración.
Y eso, sin contar el riesgo-país que el banco de origen vasco asume en su primer mercado, México (aumentado por la tormenta Trump) y en la muy inestable Turquía.
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