Lecciones de oráculo
Warren Buffett, el Oráculo de Omaha, es un octogenario socarrón, propenso a la filantropía, que se ha hecho multimillonario con la única herramienta de su sentido común. Opera a través de un fondo con nombre de medias de nailon (Berkshire Hathaway) y vive, como su apodo indica, en la ciudad de Omaha, donde nació, a dos trayectos de avión de distancia de cualquier punto neurálgico de Estados Unidos. El Oráculo suele vestir trajes y zapatos gastados y nunca viaja sin una maleta de Cherry Coke, un refresco de cerezas que le gusta. La leyenda del Oráculo de Omaha se ha forjado con decisiones financieras escalofriantes. Esta es la última. Cuando el capitalismo de Wall Street amenazaba ruina, días después de la quiebra de Lehman, mientras los inversores del montón especulaban a la baja con las acciones de la banca de inversión, Buffett vio un chorro de oro donde otros, aterrados, solo veían caos. Compró 5.000 millones de dólares en acciones de Goldman Sachs y detuvo la desbandada; algo ha visto el Oráculo, pensaron los especuladores del montón, para ir a contracorriente.
Algo había visto, en efecto. Goldman ha anunciado que recomprará las acciones en poder de Buffett. La inversión del Oráculo, decidida mientras el techo del capitalismo se desplomaba a su alrededor, le ha procurado unos beneficios de 15 dólares por segundo desde septiembre de 2008. Es decir, 900 dólares por minuto y 1,4 millones de dólares cada día durante dos años y medio. Sentido común y ojo de halcón. Los inversores del montón acechan el próximo movimiento de Buffett. Quizá invierta en nucleares japonesas o en una discográfica de fados.
Moraleja: esta historia no sería posible en España, pródiga en ruicesmateos y diazferranes y otras hierbas, que se autocitan como empresarios y apenas son capaces de concebir el menor riesgo. Buffett es un capitalista sin paliativos, pero despliega en lo que hace un compromiso profesional y estético. Nunca discute de lo que no sabe, por ejemplo de macroeconomía (¡hay que ver cómo pontifican sobre la crisis española los directivos de mercados regulados!) y nunca invierte en negocios que no entiende. Sí, parece una especie en extinción.
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