LETIZIA
Los que organizaron el sábado el debate de La Noria (Telecinco) sobre la hipotética biografía de la princesa Letizia tendrían que haber leído el Babelia de ese día. A lo mejor lo hicieron, pero lo aprovecharon poco. Ahí decía el poeta Luis Antonio de Villena: "No se deberían escribir biografías de una persona mientras esté viva".
Lo que sorprendía era el gancho del que se valieron Jordi González y su equipo para poner en marcha semejante asunto. Resulta que el senador nacionalista vasco Iñaki Anasagasti ha escrito un libro en el que declara su conocido desafecto por la Monarquía española y todo su elenco, y ha observado que el libro desaparece de ciertas estanterías (las de los aeropuertos, principalmente) por no se sabe (él parecía hacer un guiño hacia la censura de la Casa del Rey) qué vetos. Esto de los vetos y las escuchas es muy interesante: tú lo dices ("ah, a mí me lo parece") y que lo demuestre el maestro armero. Pues Anasagasti lo lanzó y a La Noria se le ocurrió que ahí había asunto.
Y debía haberlo, porque se dieron hasta en el carnet de identidad. En concreto, Jaime Peñafiel (que en algún momento se postuló para ser el biógrafo "objetivo" de doña Letizia) se levantó muy teatralmente de la mesa cuando María Antonia Iglesias insinuó que él podría ser de "extrema derecha". "¡De extrema derecha yo!". No se fue, se quedó allí, no repitió escenas similares del pasado.
Lola Carretero dijo que habría muchas editoriales dispuestas en España a publicar una biografía así. Pero, ¿hace falta, quién la haría, sería autorizada, es realmente necesaria? Como diría Alaska, ¿a quién le importa? Las hipótesis sirven para hablar hasta del sexo de los ángeles, y en este caso el guirigay no era para tanto. En otro momento del programa Pedro Ruiz dijo que él padecía "cierto desaliño ideológico". Y eso es lo que se siente cuando se habla por hablar: que detrás de lo que se dice hay "cierto desaliño ideológico" y que además, como denunciaba el presentador del programa, nadie escucha, y nadie entiende en casa lo que se dice. ¿Y si no se escuchan, para qué se hablan? Anasagasti estará encantado: no han hablado de su libro, pero ahora la gente querrá saber por qué desaparece de los aeropuertos.
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