"Hace años que olía el tufo de que esto iba a estallar"
La crisis obligó a Gonzalo Valdivieso a cerrar la inmobiliaria que montó en los años del 'boom'

"Ya desde el principio, cuando vendía pisos con una facilidad pasmosa, pensaba que no podía durar. Ya olía el tufo de que esto iba a reventar en las narices de todo el mundo". Quien habla es Gonzalo Valdivieso, paradigma del auge y caída del ladrillo en la última década.
Él se subió a la ola del boom inmobiliario en 2000 al abrir una agencia de intermediación en Alcorcón (Madrid); el parón en las ventas de pisos le hizo cerrarla hace un año.
En un país en el que en los últimos años se han iniciado más de 700.000 viviendas al año, tantas como las que construyen en total Italia, Alemania y Francia, el exceso de oferta tenía que explotar en algún momento.
Los promotores, que reconocen que el parón está siendo mucho más brusco de lo que parecía a principios de 2007, estiman que la construcción se estabilizará los próximos años en unos 450.000 pisos anuales.
El catedrático José García Montalvo apunta como motivo fundamental para el cambio de ciclo la saturación en las expectativas de subida de precios. Y Valdivieso, desde la experiencia vivida de primera mano, le da la razón: "Las casas subían millones en pocos meses. Era una locura". Entre otros factores, el Ministerio de Vivienda atribuye el crecimiento desmesurado de los últimos años a la Ley del Suelo liberalizadora que aprobó el Gobierno de Aznar.
Pero el escenario ahora es el contrario. La saturación empuja a los precios en el sentido contrario, por lo que numerosos analistas prevén que en 2008 y 2009 los pisos perderán valor; e incluso los promotores -primeros interesados en negar futuras bajadas- reconocen que el precio de la vivienda usada y de segunda residencia ya está cayendo.
Mientras, a aquellos a los que la explosión de la burbuja ha dejado fuera del mercado les queda un regusto amargo. Como a Valdivieso, que dice que si el sector no se hubiera vuelto tan loco, éste sería todavía un buen negocio.
"Se veían auténticas barbaridades. Chavales que ganaban 1.000 euros con novias que no llegaban a los 800 comprando pisos que era evidente que no iban a poder pagar. Los bancos, que estaban ganando muchísimo dinero, soltaban 30 kilos (180.000 euros) a cualquiera que entrara por la puerta. Se han dedicado a cerrar los ojos y a abrir las manos. Ahora todos lo estamos pagando", afirma el ex inmobiliario.
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