¡Cielos, un esperpento!
Madrid es un género literario llamado esperpento, como dejó claro Valle-Inclán. Cuando un género literario no te gusta, te pasas a otro y sanseacabó. Lo que ocurre es que no se puede pasar de Madrid impunemente. Por muchas razones, la principal de las cuales es que a esta ciudad se la llega a amar con pasión, aunque te dé disgustos monumentales, como ocurre con todos los amores serios. Además, las cosas más sublimes de la vida tienen un inquietante ramalazo esperpéntico, desde el parto hasta la muerte, pasando por el coito, los éxtasis, el alcohol, los goles y otras innumerables situaciones que hacen cometer desatinos a ciudadanos intachables.
Los amantes del esperpento ("persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza", según el diccionario) están ensoberbecidos, radiantes. ¿Acaso no es un esperpento mayúsculo el nudo de la M-30 y Príncipe Pío, salida a la carretera de Extremadura? Paseando ayer por esa zona con un matrimonio inglés, me preguntó la esposa, perpleja, si se estaba construyendo un puerto de mar tan lejos del océano.
-Por supuesto, milady.
-¿Y cómo conseguir ustedes algo tan... raro?
-Porque aquí somos muy gallardos... somos... ¡gallardones!
-¿Qué ser eso, míster?
-Buena pregunta, milady, pero ya se lo explicaré otro día, porque ahora tengo que ir a ver el Mundial.
Otro esperpento sangrante de Madrid es la glorieta de Quevedo, donde la estatua del genio local está como abandonada, rodeada de tráfico infernal y edificios asilvestrados.
Voy corriendo a ver el partido contra Ucrania en mi bar predilecto. Hay gente disfrazada de forma esperpéntica y sonrojante. Son esperpénticos los himnos perpetrados en honor de nuestra selección. Esperpénticas son las celebraciones de la goleada. Esperpénticos los comentaristas audiovisuales. Esperpénticas las borracheras. (Por cierto, ¿no sería posible ver los partidos sólo con el sonido ambiente, sin comentaristas, como está haciendo la BBC?).
Los jóvenes pueden soñar en un Madrid mucho menos esperpéntico. Pero a los demás nos están estropeando la vida.
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