Libertades y terrorismo

En el antiguo debate entre libertades individuales y seguridad colectiva, el Estado, que debería ser árbitro imparcial y garante de la conciliación entre intereses, derechos y libertades contradictorias, suele decantarse de forma automática por lo segundo. Esto, que en países en vías de desarrollo suele presentar un aspecto llamativo en cuanto a la notoria y aceptada conculcación de libertades individuales, donde puede tener efectos de más peso es en el denominado Primer Mundo, en Occidente.

Suele el Estado hacer uso de medidas excepcionales en situaciones también excepcionales: guerra, emergencias, etcétera. Dado que hay quien defiende que la actual lucha contra el terrorismo es de hecho una situación de guerra del Estado contra un enemigo global, es fácil desde esa perspectiva justificar la toma de medidas encaminadas directamente al recorte de las libertades y al control individual. Pero, planteada la realidad en estos términos, debería afrontarse un debate sobre qué restricciones de las libertades podrían ser aceptables y no convertirse en una decisión unilateral del Estado. Los argumentos sobre la eficiencia y/o eficacia de tales medidas deben en la medida de lo posible ser públicos; la seguridad colectiva no puede ser la justificación de recortes de derechos y libertades tan costosos de obtener, históricamente.

Porque, puestos a concretar, ¿qué medidas de control deberían haberse tomado para evitar que unos ciudadanos de origen étnico minoritario pero integrados desde el punto de vista cultural, se conviertan en terroristas suicidas por una idea -ideas son, al fin, los planteamientos del integrismo religioso- manteniendo al margen de todo ello a la propia familia?

¿No sería preferible mejorar el proceso de análisis de la información obtenida que procurar obtener más información.