La cremallera
Invento cómodo que une dos partes, para conseguir un todo. Quizá con esta definición la secretaria de un partido político, ha descubierto una parábola, para alentar la consecución del objetivo de ganar las próximas elecciones. Aquí, según este partido las partes son los diferentes géneros masculino y femenino, no atendiendo a más criterio; que en la elaboración de las listas de candidatos/as; al que supone, la inserción concatenada que se da en los dientes de una cremallera, o sea, macho-hembra-macho-hembra... Hasta aquí me parece feliz la idea, pero creo que la cremallera en un partido debe ir más lejos, que el mero hecho de nacer de un género u otro (aunque me dicen que no están previstos, los dientes anómalos, entre otras cosas porque no encajan), caben engranajes de edades, estudios y/o conocimientos, procedencia, etcétera.
Aquello de hacer un combinado no siempre guarda proporción y no vale aquello de las feministas de "mala posición de partida"; cabe sólo, la valía que otros perciban en los elegibles y no la de su equipaje de ADN. Por otro lado, la proporción no siempre corresponde con la población sujeta al experimento, me temo que sólo por el mero hecho de su condición, van a representarnos, de esta guisa, algunas y algunos que no se lo merecen.
Es bueno tener en cuenta la discriminación positiva, es malo pasarse, cuando no hay masa crítica que permita proporcionalmente plasmarlo.
Por ahora, y mientras sigamos con el tema de las listas cerradas, por favor, no es posible utilizar demagógicamente estos conceptos, pues con ellos, se apartarían aún más los partidos políticos de la sociedad real, que en definitiva, y que junto con su exigua parte de militantes, es la que los vota.
Acostumbrémonos a seleccionar los botones, y sigamos con ese fino zurcido de las monjas (secretarios de organización, o de listas) de los partidos, que, a veces, consiguen hasta buenos remiendos.
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