Por una sociedad global más equilibrada

Que una de las personas más poderosas del mundo, desde luego de las más ricas, y de las que más se han beneficiado de la globalización la critique, es ya de por sí un atractivo para un libro en el que lo importante no es sólo qué se dice, sino quién lo dice. George Soros, húngaro de origen judío, sobreviviente del régimen nazi, y exiliado en Estados Unidos, teoriza sobre los defectos del capitalismo global desde su experiencia como fundador y gestor de uno de los fondos de inversión más rentables del mundo -el Quantum Fund, que maneja más de 25.000 millones de dólares- y de una red de fundaciones que dedica al año, de su bolsillo, casi 500 millones de dólares a diferentes proyectos en más de 25 países.

Conocedor y usuario de la globalización, de la que se declara "ardiente defensor" por la riqueza extra que produce y la libertad que proporciona, considera, sin embargo, que está "desequilibrada" en tanto ha generado una sociedad en la que los capitales se mueven libremente, pero los intereses sociales reciben poca atención.

Los efectos perversos del capitalismo global que Soros expone en el libro son de sobra conocidos: ha ampliado la brecha entre países ricos y pobres; ha revelado la ineficiencia de las instituciones financieras internacionales; ha dejado anclados a los políticos en el concepto de soberanía nacional mientras los mercados se han hecho globales... Más atractivas son las soluciones que predica, a medio camino entre los que él mismo denomina "fundamentalistas del mercado" y los activistas de la antiglobalización.

Lejos de querer minar las instituciones internacionales que sostienen el comercio internacional y los mercados financieros globales, como proponen los antiglobalización, o de dejar al total albedrío del mercado la distribución de los recursos, Soros plantea las reformas de la Organización Mundial de Comercio, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, en orden a que quienes ganan en la globalización compensen de forma más equitativa a los que pierden. En definitiva, plantea una nueva forma de transferencia internacional de recursos.

El eje de su propuesta es que se usen los derechos especiales de giro (DEG) para proporcionar asistencia al desarrollo y bienes públicos a escala global. Los DEG son una reserva internacional de activos, convertibles a otras monedas, que emite el FMI para sus miembros. Los países menos desarrollados podrían añadir sus DEG a sus reservas monetarias y los ricos donarían toda su asignación de acuerdo a ciertas reglas. Así, los menos desarrollados se beneficiarían en dos sentidos: a través de un incremento de sus resevas monetarias e, indirectamente, a través de un incremento en la asistencia internacional.

Pese a que Soros detalla su propuesta y admite las dificultades de llevarla a cabo, muchas de ellas burocráticas, la convierte también en un llamamiento a la movilización de la sociedad civil para una globalización más justa. Y lo mismo hace cuando en el último capítulo analiza los efectos del 11-S. Soros advierte del riesgo de que Estados Unidos haya dejado de lado sus responsabilidades morales. Aquellas que tienen que ver con pertenecer a una comunidad global. "Y ninguna sociedad", concluye, "puede existir sin moralidad".