Los laboristas británicos se dividen ante un ataque a Irak

Por primera vez desde el 11 de septiembre, los británicos empiezan a tener dudas sobre la estrategia norteamericana en la guerra contra el terrorismo y el papel que juega el Reino Unido en el conflicto. La segunda fase de la guerra suscita menos entusiasmo en Gran Bretaña. Blair encuentra seria resistencia en sus propias filas, pero también se alzan ilustres voces desde la otra acera, como la del ex ministro de Asuntos Exteriores conservador Douglas Hurd. Responsable de la diplomacia británica durante la guerra del Golfo, Hurd advirtió ayer de que un ataque a Irak tiene muy pocas posibilidades de tener el apoyo de los países árabes mientras siga la carnicería de las últimas semanas entre israelíes y palestinos.

'Si tú eres un árabe sentado viendo la televisión, ¿qué ves? No ves a Sadam Husein atacando a sus vecinos. Ves a Israel tratando de matar a dos o tres palestinos por cada inocente israelí', declaró Hurd a la BBC. 'Mientras eso sea así, las posibilidades de lograr el apoyo árabe para un ataque norteamericano a un país árabe son muy pequeñas', añadió.

Sus advertencias coinciden con una incipiente revuelta en las filas laboristas. Más de 70 parlamentarios han firmado una moción en la que expresan su 'profunda inquietud' ante la posibilidad de que el Reino Unido participe en un ataque a Irak. Otros seis diputados empezaron ayer a recabar firmas para exigir que cualquier ataque a Irak cuente con la autorización del Consejo de Seguridad.

Blair parece haberse tomado en serio esos recelos. Aunque dejó claro el lunes, junto al vicepresidente Dick Cheney, que el Reino Unido no se desmarcará de su aliado trasatlántico, también lanzó guiños a la izquierda de su partido al asegurar que 'aún' no hay decisiones tomadas sobre la estrategia a seguir.