"La Alhambra es otro mundo"
Sentado delante de un café, con una sola frase derriba todos los tópicos que las películas o los anuncios de televisión han creado de los guías turísticos como repetitivos, grises, monótonos, aburridos, fantasiosos o inventores de leyendas absurdas. "Para enseñar un monumento hay que vivirlo, hay que sentirlo, y hay que transmitir esa vivencia". Arturo Gutiérrez lleva cuatro años siendo guía de La Alhambra, el monumento europeo más visitado, también el más mitificado. Y no se cansa de enseñarlo. "Yo muchas veces, cuando no tengo que trabajar", confiesa, "me subo a la Alhambra a descubrir cosas nuevas, y las descubro".Lo suyo viene de familia. Su mujer, su suegro y su hijo son guías provinciales. Para llegar a ello han trabajado duro. Saben como mínimo tres idiomas, historia, arte. Y están, como todos los guías turísticos, en permanente aprendizaje sobre nuevos detalles, sobre descubrimientos recientes. "Siempre ha sido así, nada que ver con los estereotipos", comenta. "Y desde luego, en Granada, el guía turístico tiene una enorme tradición, al menos desde comienzos de siglo".
Especializado en italiano, inglés y francés, Arturo Gutiérrez ha lidiado con todo tipo de públicos y con toda clase de turistas. "Lo cierto es que, al cabo de los años, uno casi puede clasificarlos", bromea. "Cada nacionalidad tiene su propio carácter. El turista alemán, por ejemplo, es el más disciplinado. El italiano, el que más sensibilizado está hacia el arte". Luego continúa: "Los americanos son muy curiosos, porque están obsesionados por los datos: preguntan por los metros que mide la Alhambra, por cuántas escaleras hay... y los japoneses a veces no saben dónde están, porque en una semana se recorren todo el país a toda velocidad".
Pero, ¿y los granadinos, son los granadinos buenos turistas de la Alhambra? Gutiérrez responde con un refrán: "En casa del herrero, cuchillo de palo", dice. "El granadino tiene un poco de desidia, de abandono hacia la Alhambra". No vendría mal, añade más tarde, que hubiese ciertas nociones de árabe para conocer a fondo su propio monumento. "Al fin y al cabo", sentencia, "la Alhambra es un libro que hay que saber leer".
Entre las anécdotas más curiosas, Gutiérrez suelta toda una batería de preguntas que le han hecho los turistas a lo largo de los años, como si la Alhambra es de antes o después de Jesucristo, o si el Palacio de Carlos V era el famoso Patio de los Leones. Pero luego está el otro lado de la moneda. "Uno se examina cada día delante de 30 o 40 personas, y no puede cometer ni un solo desliz: en cualquier grupo de turistas puede haber un especialista en arquitectura musulmana que está haciendo, por ejemplo, una tesis sobre la Alhambra. Un guía como los de los estereotipos se hundiría".
Para Gutiérrez, lo más fascinante es conseguir transportar a los turistas "a otro tiempo, a otra época, a lo que es la Alhambra en realidad: otro mundo". "Hay que ser un gran comunicador para atraer a la gente", sentencia, "y saberle trasmitir esas vivencias del monumento". El momento más gratificante: "Cuando te aplauden al final".
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