Complicidad
E. CERDÁN TATO
En el peor de los casos, lo que vuele o pueda volar de Pinochet, hacia Chile, en los próximos días, no será más que un fardo de residuos pestilentes. Y, sin embargo, Jack Straw y José María Aznar, le han rendido honores a ese virtuoso del degüello, mientras quemaban resinas de incienso. Por menos, el cronista de la corte Li Fu condenó a la posteridad de su Libro de las Aberraciones, a príncipes herederos, mandarines y artistas del alambre. Durante meses, Straw y Aznar, han cortejado secretamente al carnicero, hasta amañarle la argucia diplomática, y Abel Matutes, titular de la cartera de nubes, se honró en el ejercicio de mamporrero. Pero había que preservar los despojos del dictador, como referente de una identidad sagrada; y finalmente Straw ha documentado su envío a una patria cincelada con el escoplo de la tortura y el crimen: un informe médico inaccesible certifica la incapacidad del dictador para someterse a juicio en España. Y así es como los sicarios consuman la infamia: alegan descaradas razones humanitarias, libran al verdugo e ignoran los derechos de sus miles de víctimas inocentes, torturadas, machacadas, desaparecidas: "Ahora son pedacitos desparramados bajo todo el país/ hojitas caídas del fervor/ la esperanza/ la fe/ pedacitos que fueron alegría/ combate/ confianza en sueños/ sueños/ sueños", escribe Juan Gelman, el poeta argentino de la implacable memoria. Pedacitos, fotografías, iniciales bordadas y todo un vigoroso clamor de pueblos. A Straw y Aznar se les ha esfumado la máscara y se han quedado con la mueca de la complicidad a la intemperie. Straw qué vía de aguas fecales en la tercera vía; y Aznar qué estampa tan precisa de la más cruda reacción. Cuando los conservadores austríacos negocian con la ultraderecha de Haider, ¿con quién negociarán nuestros conservadores, después de esta argucia?, ¿con la presunta oligofrenia del anciano genocida, con el supuesto reumatismo de su espadón, o con su fascismo viscoso? Sea prudente, que ya han soltado todo su delirio.
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