Uribetxebarria se negó a colaborar
La intervención de los cuatro etarras en el secuestro de Ortega Lara es una evidencia de tal calibre que nadie la discutió en el juicio, pero las defensas de los terroristas pusieron toda la carne en el asador para intentar demostrar que al secuestrado no se le iba a matar ni a dejarlo morir.
En su declaración ante el juez instructor, Ortega Lara precisó que "le dijeron que no le iban a matar, pero que le iban a dejar morir". Ayer, en el juicio, el fiscal y la abogada de la Asociación de Víctimas del Terrorismo insistieron en que si la Guardia Civil no llega a encontrar la entrada del zulo, Ortega habría muerto de hambre.
Los acusados, en cambio, mantuvieron que no lo querían dejar morir. Uno de los puntos que ha suscitado mayor controversia en este juicio fue precisamente si el etarra Jesús Uribetxebarria colaboró o no con el juez Garzón para encontrar al secuestrado.
Los defensores se aferraron al acta que figura en el sumario, en el que se señala que el etarra sí indicó el lugar donde se hallaba el zulo. Pero la duda quedó despejada cuando todos los testigos confirmaron que mientras ellos buscaron durante más de dos horas en la nave sin encontrar nada, Uribetxebarria negaba en todo momento que allí hubiera algún secuestrado.
Los agentes habían esperado a que Uribetxebarria llegase con la llave para poder entrar y registrar el local, pero éste negó a colaborar. Sólo después de que a uno de los miembros de la Guardia Civil se le ocurriese que había que mover una máquina de gran tamaño - se utilizó una grúa y 15 hombres- y se pudo al fin entrever el acceso al siniestro habitáculo, Uribetxebarria confesó que allí estaba Ortega Lara. Prueba de ello es que cuando explicó que el mecanismo hidráulico se accionaba mediante dos enchufes, ya no funcionaba porque los guardias habían movido la máquina con una grúa.
El fiscal afirmó que los cuatro procesados se pusieron de acuerdo para que Ortega Lara muriera poco a poco.
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