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Tribuna
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Imprudencias

Enrique Gil Calvo

Mucho se habla estos días de crispación política, como si fuésemos víctimas involuntarias de alguna fatídica neurosis colectiva. Pero admitamos que las crisis no son obra de un destino imprevisible, ante el que no cabría más reacción que la de resistir confiando en la llegada de días mejores. Por el contrario, las crisis son siempre producto de concretas decisiones humanas que precipitan los acontecimientos. Por eso es esencial la prudencia (también llamada responsabilidad), que mide las consecuencias futuras de los actos.La imprudencia con la que todos nos estamos enfrentando a esta crisis resulta alarmante. Incluso podría sostenerse la hipótesis, acariciada por algunos, de que la propia crisis estaría artificialmente desencadenada por la imprudencia con que un conocido órgano madrileño de prensa viene aireando las delaciones de unos convictos presuntamente sobornados. Otras partes interesadas llegan a presumir que toda la crispación sería producto de la imprudencia de un juez que eligió el momento más inoportuno para reabrir un sumario mal cerrado. Lo cual es discutible, pero no lo es que tales hechos, con las consabidas sospechas que provocan, han sido aprovechados por la oposición política (y por los comentaristas de prensa) con una imprudencia tan elevada que sobrepasa su no menos evidente oportunismo.

Con esto no pretendo insinuar que la crisis sea ficticia (mera ilusión sólo creada por la imprudencia de quienes ahora la denuncian y explotan). Por el contrario, creo que esta crisis es no sólo real (producida por las gravísimas imprudencias criminales que debieron cometer hace 12 años determinados representantes de Interior), sino la más difícil de resolver de las que se han planteado en el mandato socialista. Pero se convendrá que si todos fuésemos algo más prudentes al manejar la crisis (aunque sólo fuese eligiendo mejor nuestras palabras), probablemente las pérdidas monetarias resultarían más moderadas.

¿Quiere esto decir que la posición del Gobierno (optan do por su vieja táctica de esperar y ver) parecería la más prudente, dada su peligrosa posición? ¿Es una muestra de prudencia política el no intervenir y dejar hacer a los tribunales, esperando que el tiempo pase y la crisis, poco a poco, se olvide? Lo dudo mucho. Es más, intuyo (o me siento tentado a creer) que su táctica de presunción de inocencia no es la más prudente: e incluso me atrevo a sospechar que es la más imprudente. Como el buque de La línea de sombra, de Conrad, el Gobierno se encuentra en lo peor de la tormenta: ese punto no físico, sino moral, en el que debe sobreponerse o descomponerse. De ahí la imprudencia de dejarse llevar pasivamente por los golpes de mar. Creo que eso fue lo peor de la intervención de González ante Gabilondo. Dio la impresión de temerle al timón, de no poder marcar el rumbo, de perder el gobernalle: en definitiva, de no saber mandar. Por eso pareció escurrir el bulto: y su imprudente refugio en la presunción de inocencia sonó exactamente igual que si se estuviese acogiendo al derecho de no inculparse a sí mismo (lo que implica una tácita admisión de responsabilidad). Para salir de la línea de sombra resulta imprudente limitarse puerilmente a decir yo no he sido, pues así es como el fatal naufragio se hace todavía más seguro.

Por lo demás, González incurrió en la falacia de suponer que la presunción de inocencia excluye la investigación de responsabilidades internas como si fuesen dos alternativas incompatibles, lo que no es verdad. El ministerio público puede y debe hacer ambas cosas a la vez: presumir la inocencia (dejando hacer al juez) pero además investigar gubernativamente todas las responsabilidades internas exigibles (como se ordenó hacer en el Servicio de Acuartelamiento de la Guardia Civil a resultas del caso Roldán), A mí me parece (y creo que a muchos otros ciudadanos también) que ésa sería la decisión más prudente para dominar la crisis, por mucho que cueste llegar a tomarla.

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