¡Qué cruz!

Detectad, hermanos, la estupefación de buena parte de la ciudadanía ante la opinión del Papa sobre el carácter fascista de la II República Española, estupefacción que debe de haber alcanzado a los fascistas que se sublevaron contra ella. Prueba de esa estupefacción es lo poco que se ha comentado la sapiencia histórica del Sumo Pontífice y, en cambio, lo mucho que se ha debatido sobre si la Conferencia Episcopal tiene derecho a pedir un cambio político y una nueva filosofía social. Los que especulaban sobre las intenciones de monseñor Yanes de pedir un cambio político para que el PP ganara las próximas elecciones se han equivocado. Días después, la Conferencia Episcopal ha pedido un cambio de política laboral que coincide casi totalmente con el exigido por la izquierda socialista, CCOO, UGT e IU-IC. Es decir, deduzco que el cambio pedido por monseñor Yanes apuntaba hacia una victoria de la izquierda real que haga posible una política social evangélica.Por eso no me explico que portavoces de IU condenaran lo dicho por Elías Yanes sin esperar a que se formulara una doctrina social de la Iglesia a la izquierda de la de los señores Solbes y Griñán, juntos o separados. En cambio, me explico por qué apenas se ha hecho caso de los dictámenes históricos del Papa, hasta ahora apreciado como un experto en sexo y. desde ahora a considerar como historiador de vanguardia. Este papa es una cruz que hasta los ateos hemos de llevar con resignación cristiana. Sea en sexo o en historia de España, el Papa aparece asesorado por el Opus De¡, interesado éste en la industria del cilició y en la revalorización de la democracia franquista frente al fascismo republicano, como corresponsable con la democracia franquista en la represión de los derechos humanos, así en la tierra como en el cielo.