Hijo de la abuela
Hay muchas razones para no. nacer, por supuesto. ¿Cuántos niños nacerían en el mundo si la decisión no estuviera, generalmente, en las únicas manos de los padres? Esa decisión es, a menudo, el principio de una larga cadena de desdichas. Nadie, en Occidente, discute el derecho de un alcohólico, de un vagabundo o de un psicópata a tener hijos. Es un derecho individual. Nadie debería discutir tampoco la aplicación de ese derecho a la interrupción del embarazo. Y desde luego, no hay razón, en esa lógica, que deba impedir la posibilidad de tener hijos a una mujer menopáusica si ella así lo quiere. ¿Que su vida corre peligro? Es su vida. ¿Que la salud del hijo futuro puede verse alterada? Hay muchas circunstancias en cualquier mujer joven que pueden afectar la salud del hijo. ¿Que una mujer de 63 años -como esta última italiana- no puede asegurar el correcto desarrollo psicológico de su hijo? Han sido las abuelas quienes han criado, quienes crían a millones de seres humanos en el mundo. Las abuelas y los canguros, por cierto. ¿Que con tantos niños pendientes de adopción es una inmoralidad dedicar dinero a la investigación de las técnicas reproductivas? Por supuesto, aunque un poco menos -si nos ponemos en este plan angélico- que dedicarlo a la fabricación de armas. Y además, si hay que adoptar, adoptemos todos. Los que no tengan facilidad reproductiva y los que la tengan.Antes del punto final, me acercó a F., filósofo recto.
-¿Qué opinas de las técnicas de reproducción artificial?
-¿Artificial? Todo lo que hace el hombre es tan natural o tan artificial como él mismo. Entre el plástico y la miel no veo diferencia ontogénica.
-Eso es. En los momentos claves de cambio evolutivo alguien clama, siempre, ¡contranatura! Y luego los viejos eslabones de la Inquisición empiezan a arrastrarse.
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