Federico Fellini

ha decidido llevar la lucha antitabaco al extremo de prohibir que los actores fumen en sus películas. No se trata solamente de que no puedan encender un cigarrillo delante de él durante el rodaje, sino que no recogerá el acto de fumar en ninguna de sus escenas, pues el cineasta considera irrelevante a efectos artísticos que el cine refleje el humo de las volutas. Marcello Mastroianni, en Ocho y medio, ha sido el último de sus personajes que ha fumado en escena, pero tal acción estaba plenamente justificada, al encamar el actor a un director de cine sumido en una profunda crisis. Fuera de esa excepción, ya no habrá más concesiones, pues Fellini piensa que fumar en una película es un recurso del que suele abusarse para ayudar al actor a no mover en exceso las manos y a dar una imagen de reflexión o lejanía, pero esa muletilla es innecesaria si el intérprete se expresa con naturalidad. El director de Julieta de los espíritus está persuadido de que fumar es insano y asegura que siente náuseas cada vez que una bocanada de humo le da en plena cara. Por eso, hasta su amigo Marcello Mastroianni, un empedernido fumador, tiene que torcer la boca y echar el aire hacia otra parte cuando coinciden. Pese a todo, Fellini no se considera un tirano, pues los actores podrán fumar a hurtadillas en algunos lugares del plató donde no puedan ser alcanzados por su intransigente mirada.