Los alemanes trasladan a Francia su batalla sobre Europa

Los ciudadanos alemanes, privados de su propia consulta, siguen con enorme atención el desarrollo de la campaña del referéndum francés sobre el Tratado de Maastricht. Partidarios y detractores de la Unión Europea parecen llevar a cabo su enfrentamiento en el país vecino; por eso no es de extrañar que, mientras que los primeros aplaudieron la intervención del canciller Helmut Kohl en el debate televisado en Francia en el que el presidente francés, François Mitterrand, defendió el sí en el referéndum, los segundos se apresuraron a condenarla, acusando a Kohl de entrometerse en los asuntos internos de otro país.Los políticos, los medios de comunicación y la opinión pública quedaron satisfechos porque el debate no se centró en los miedos y angustias que despierta el fantasma de una gran Alemania. El propio canciller Kohl cree que la Unión Europea es la mejor manera de apagar estos miedos y anclar a su país en Europa occidental.

Aparentemente europeísta hasta la médula, este país se replanteó todos sus postulados cuando se dio cuenta de que Kohl había cedido en Maastriclit el marco alemán en beneficio de una moneda europea, sin conseguir a cambio una unión política.

La pérdida de su fetiche monetario más la recesión económica latente han puesto las cosas de tal modo que quienes siguen a favor de la Unión Europea se considerarán vencedores si el sí vence en Francia, mientras que si la victoria cae del otro lado, los detractores del tratado lo darán como derrotado también en Alemania.