La hermana de la víctima española del 'caso Lockerbie' no cree en la pista libia
"Al menos el 90% de los familiares de las víctimas del atentado contra el avión de la Pan Am no cree que los libios sean los responsables", asegura a EL PAÍS Marina Larracoechea, hermana de Nieves, la única víctima de nacionalidad española, entre los 270 muertos que causó el atentado de Lockerbie. "Puede que tuvieran una participación mínima, pero detrás de esa bomba se esconden otros como Irán y Siria", añade. "Existe además la responsabilidad indirecta de Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania por no hacer públicas las amenazas y las advertencias que les habían hecho llegar los servicios de espionaje e incluso los mismos terroristas".
Larracoechea, una diseñadora que vive habitualmente en Nueva York, pertenece al grupo Familias de Pan Am 103, Lockerbie, formado en febrero de 1989 y uno de los tres existentes cuyo principal objetivo es aclarar quienes fueron los autores del atentado terrorista.Según la hermana de la azafata de Pan Am, Nieves Larracoechea, muerta a los 39 años, desde que se hicieron las alianzas que condujeron a la guerra del Golfo, "tanto Washington como Londres parecen deseosos de borrar cualquier huella que culpe a Siria o Irán". Marina, de 44 años, recuerda que en marzo de 1989 la policía escocesa emitió un detallado informe que concluía con que había "pocas dudas" de que el fabricante de la bomba fue Maruan Abdel Razaq Mufit Jrisat, miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina-Mando General (FPLP-MG), que dirige Ahmed Jibril, residente en Siria.
Jrisat fue detenido en octubre de 1988 en Alemania durante la operación Hojas de Otoño, en la que fueron interrogados 16 presuntos terroristas que supuestamente debían vengar el derribo por la Marina norteamericana de un avión de pasajeros iraní, con 300 personas a bordo.
Radiocasete bomba
Dos días más tarde, y a pesar de que el servicio de espionaje israelí, Mosad, advirtió contra posibles atentados a intereses norteamericanos o judíos en Europa, Jrisat y otros 13 fueron puestos en libertad. A Jrisat le había n descubierto en su coche un radiocasete bomba, dotado de un mecanismo de presión barométrica, es decir, preparado para destruir un avión.
A esto se suma la amenaza recibida en la Embajada de EE UU en Helsinki de que en los 15 días siguientes se destruiría un avión de la Pan Am. Según Larracoechea, el experto británico en terrorismo profesor Wilkinson señaló que de todas las amenazas recibidas durante 1988 esa era la más concreta y debía de hacerse pública.
La amenaza fue recogida en uno de los boletines que entregan los servicios de espionaje a las autoridades. Fue discutida a nivel diplomático y comunicada a los aeropuertos y líneas aéreas, pero no se hizo pública. Sólo la Embajada de EE UU en Moscú decidió informar al respecto en uno de sus tablones de anuncios.
Larracoechea destaca que desde el mismo momento del atentado, ocurrido el 21 de diciembre de 1988, los familiares de las víctimas se enfrentaron a numerosos obstáculos, empezando porque el Departamento de Estado norteamericano no facilitaba las direcciones de las familias de los fallecidos, lo que dificultaba los contactos entre éstas.
"Lo que más me sorprendió es que a los 15 días del atentado habían echado tierra sobre éste y ya nadie comentaba nada. Washington, Londres y Bonn querían esconderlo bajo la alfombra. Nosotros queríamos sacarlo a relucir. Era indignante oir al entonces presidente Ronald Reagan decir que no se podían hacer públicas las amenazas porque se arruinarían las aerolíneas", destaca Marina, que pasa unos días en Bilbao.
Opuesta a unas sanciones contra Libia "que no tienen fundamento", Larracoechea decidió recurrir a la prensa para hacer públicos todos los sinsabores de estos años de lucha en buca de la verdad, que le niegan alegando "la seguridad del Estado".
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