Desde mi
terraza veo pasar cada día una riada de cadáveres andantes camino de Torregrosa. A veces se quedan sentados en el suelo, en la calle, colgados, o en el bar de enfrente, dormitando en una silla, de esa manera en que los yonquis están ausentes, o entran en la farmacia de al lado a por su jeringa. Es terrible.El barrio donde vivo yo no es precisamente un buen barrio; sólo hay dos parques pequeños y actualmente bastante sucios, llenos de jeringuillas (en el césped, en los arbustos, en cualquier rincón). Hay que peinar la zona donde se ponen los niños, no se les puede dejar jugar y correr libremente. En mi calle en el verano huele tan mal que no sé qué es peor, si asarse de calor y no abrir la ventana o sufrir el hedor insoportable que viene de las alcantarillas, o de la depuradora cercana, o del río, o de todos esos sitios a la vez. No hay instituto de enseñanzas medias ni de formación profesional, no hay biblioteca (sólo una minúscula de la Caja de Ahorros), no hay ninguna instalación deportiva; hay un pequeño centro cultural con interminables listas de espera.
Un día observo cierto movimiento en el barrio y me entero de que la gente está asistiendo a asambleas porque no quieren otro asentamiento marginal al .lado del barrio, voy a ver el sitio donde los quieren poner y veo claro: ¿cómo pueden hablar de integración? ¡Qué gran mentira! ¡Cuánta hipocresía! Simplemente, quieren quitarles de un lugar muy visible y llevarlos a otro donde no se les va a ver desde ningún punto de la carretera (han hecho un hoyo en un estercolero y allí los quieren colocar), con un solo acceso laberíntico donde imagino pondrán un cartel: "¡Cuidado! Zona peligrosa. No pasar". Esas 88 familias no se van a integrar, y, sin embargo, mi barrio va a ser aún más inhóspito, sucio, pobre e inseguro, o sea, más marginado-
María Teresa Latorre.
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