Tradición taurina

En respuesta a la carta firmada por Ellen Vendelboy Marita Clausen (véase EL PAÍS de 15 de abril), donde se ruega la supresión de las corridas de toros:Con el mayor respeto hacia su Estado me permitirán una brevísima consideración acerca de su visión particular sobre la fiesta de los toros española.

En primer lugar presumo que ustedes desconocen el origen, los fundamentos y la tradición de la fiesta en España, completamente desigual en función de las comunidades autónorrias que integran nuestro Estado, y, en cambio, se limitan a concebir el espectáculo como un estímulo morboso que regocija a cualquier español, tosco e ignorante, justo en el momento en que la sangre empapa el coso de turno.

No creo oportuno presentar argumentos para contrarrestar su opinión, quizá fruto de la inexperiencia de un viaje turístico precipitado, pero sí les facilitaré una observación de, rigor: cualquier hecho ajeno a la cultura propia de uno se antoja siempre pintoresco, a veces robo y otras agresivo, pero no debieran olvidar que el principio de la tolerancia es el conocimiento y la comprensión de las cosas en su estadio natural.

Si los pueblos españoles se limitaran a conservar la fiesta taurina simplemente por el atractivo de la farándula colorista de las plazas o por el rito sanguinario que en ellas se celebra, caeríamos en la misma simplificación que considerar su Estado como un reducto de normandos y vikingos que huyeron de su tierra llana hartos del frío escandinavo.

Por otra parte, y aunque pueda sonar a palabras manidas, el paso de los siglos ha reafinnado el sostén histórico-cultural de lit fiesta. Seguramente les resultará dificilísimo hallar entre los edifielos históricos de la actual Kobenhavn (Copenhague) alguno construido en la época en que aquí abajo, en suelo ibérico, se dictaban las primeras normas para el desarrollo de la fiesta.

Finalmente, recuerden que la primera impresión no sirve para temas tan serios como éste. A muchos españoles nos pueden parecer frías e insustanciales las esculturas del señor Bertel Thorvaldsen y, sin embargo, reconocemos su maestría singular en el arte neoclásico.-