'El Padrino' es América

El éxito de El Padrino conmocionó a la industria cinematográfica. Nunca se pensó en una segunda parte. Fue su popularidad la que provocó El Padrino II Coppola no creyó en aquello de que segundas partes nunca fueron buenas y rompió todos los malos presagios. En realidad había logrado una obra abierta sobre el destino de los italianos que a finales del siglo XIX y primeros del XX emigraron a los Estados Unidos. Podía recomponer la epopeya del siglo como quisiera. Eso es lo que hizo a fin de cuentas. Coppola no se limitó a relatar los avatares y crímenes de la Mafia. Había realizado un filme comercial -económicamente lo necesitaba- y personal. Nunca limitó el tema. Hablaba de la familia y no de la Mafia para referirse metafóricamente al gran tema de América. Su película se había convertido en una metáfora sobre el poder, la lucha por el mismo, en la que intervenían las familias que entonces se lo repartían (por alusión, se puede extender a los Kennedy, los Rostschild y los Rockefeller).En El Padrino II cuenta los orígenes de don Corleone (Brando), aquí encarnado por Robert de Niro, un actor desconocido hasta entonces. El gángster ya no es un tipo de alcantarilla, ahora es un ejecutivo frío que puede optar a una representación política en las instituciones oficiales. Al Pacino es aquel joven Michael Corleone que ahora se alza como continuador de la saga familiar.

La unidad narrativa entre El Padrino y El Padrino II es tal que puede considerarse como una sola película y verse de un tirón. Si la primera parte consiguió tres óscars, esta segunda logró cuatro -mejor actor, Robert de Niro, mejor película, mejor música y director-, y además se da el caso de ser el único filme premiado con un óscar a la mejor película en cada una de sus dos partes.