Dos perros y una rosa blanca
L. M, Número 18 de la calle Mirtias. En realidad, más que una calle es un paseo bordeado de espacios verdes. Se encuentra en Ekali, en las afueras de Atenas, la capital griega. Hay un montón de policías y un par de perros más traviesos que feroces. Se trata de Alex y Eva. Esta última asiste a la entrevista y, de cuando en cuando, bufa o ladra. Más frecuente es que pase el rato dormitando. En realidad, no parece entender mucho de política.
Andreas Papandreu y su compañera, Dimitra, se vinieron a vivir aquí, aceptando la oferta de un íntimo amigo del primer ministro, hace unos meses. En la antigua casa del matrimonio Papandreu, en el barrio residencial de Kastri, propiedad de una de sus hijas, Sofia, sigue viviendo Margarita, nacida norteamericana, y que conservará el apellido de su marido pese al divorcio, que será totalmente definitivo uno de estos días.
Dos de los cuatro hijos de Andreas (Nikos y Andreas) están en Ekali pero no tardan en irse. Por supuesto, también está Dimitra, vestida con camiseta a rayas azules y blancas y ajustados pantalones negros. Hace los honores. Recibe al visitante, le dedica unos instantes de charla de cortesía y se retira discretamente. Volverá dos veces: la primera para servir el café, a tiempo para oír decir a Papandreu: "Ella es mi vida". La segunda para entregar a éste una rosa blanca.
Papandreu se muestra muy relajado, utiliza a fondo su reconocido encanto personal. Viste un traje gris, clásico y discreto. En su nueva casa hay únicamente dos personas a su servicio: la cocinera y su secretaria. Otras tres secretarias a cuyo frente está Ángela, quien lo ha acompañado en su cargo durante 30 años, permanecen en el despacho de la casa de Kastri y vienen con frecuencia a la actual vivienda de Papandreu. Es un sitio tranquilo, sin ruido y, eso sí, plagado de moscas en esta época del año. Papandreu intercala sus frases en la entrevista con palmoteos para espantar a las moscas.
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