Chile en rosa
Impecable la carta de la señorita Kliwadenko, agregada de prensa de la EmbaJada de Chile en España (EL PAÍS, 28 de junio). Su lectura incita al entusiasmo. ¡Qué suerte envidiable la de los chilenos: vivir en un país donde ciertas instancias esenciales -democracia, progreso, bienestar- parecieran no sólo estar resueltas, sino gozosamente sumadas con signo positivo! No son muchos los países del mundo que puedan ofrecer un panorama semejante.Impecable pero incompleta. Faltan los capítulos necesarios para quitarle a la novela el tono rosa, aunque cabe suponer que la omisión es deliberada; se trata de historias que por demasiado conocidas acaso han terminado por hacerse tópicas: aquella, por ejemplo, de que Pinochet, como todo el mundo sabe, encabezauna de las más tenebrosas y sórdidas dictaduras que haya conocido la historia latinoamericana.
Ahora bien, como la funcionaria aludida se ocupa de la Prensa, no habría estado mal que al menos se hubiera decidido a abordar algunos de los problemas que afrontan en Chile los periodistas. Que hubiera contado, por ejemplo, el vía crucis del semanario Análisis, con su director, Juan Pablo Cárdenas, condenado a 541 días del no por exótico menos grave régimen de prisión nocturna, y con su subdirector, Fernando Paulsen, y el reportero Iván Badilla, detenidos en la cárcel de Valparaíso desde hace varias semanas; o la historia de los procesamientos a Marcelo Contreras y Sergio Marras, director y subdirector de la revista Apsi; o de la media docena de juicios que se le siguen a la periodista Mónica González; o de las amenazas de muerte recibidas por ella y por decenas más de colegas suyos, o, en fin, que nos dijera algo sobre el asesinato de José Carrasco, etcétera, etcétera. La dictadura chilena, como todas las dictaduras, no sólo se define por la historia de sus crímenes, sino por su capacidad para enmascarar éstos con el alegre manto de mundo feliz.-
Jefe de Redacción de Araucapia.
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