Impíos
No he considerado yo que mereciera encolerizarse mucho con los programas de TVE. De una parte, tuve pronto la oportunidad de padecer a las cadenas norteamericanas más prestigiosas universalmente, y, de otra, es muy dificil evitar la sensación de ser un vulgar y maldito ciudadano hablando mal de la tele. Francamente, es fácil sentir que las gentes inclinadas a este tipo de maledicencias -por lo demás propensas a poner numerosos ejemplos- o bien destinan demasiadas horas a seguir las emisiones, y de ahí el desgarro, o bien nunca han visto un programa completo. Y, desde luego, tampoco ese excelente programa que siempre existe en la BBC, sea la época que sea, y al que se recurre como prueba irrefutable del bien del mundo.En fin, la televisión es lo que es y parece arbitrario exigirle que se comporte sustancialmente de otro modo. Sería como retirar el saludo a unos vecinos sólo porque adoran los rollitos de primavera congelados. Sería inhumano.
Probada, pues, la serenidad y comprensión hacia las circunstancias, hay, sin embargo, algo que ya no resisto más. No perdono al muñidor, incapaz, cínico o gandul mecanismo responsable de las retransmisiones deportivas de TVE, tras la ya incalculable sucesión de desdenes con que trata las esperanzas del aficionado.
Algo, desde luego más allá de la profesionalidad, propio de las patologías más insufribles, debe afectar los planes de ese departamento. Una vez tras otra, basta que se condense una expectativa sobre un acontecimiento deportivo en tenis y fútbol para que el departamento empiece a enredar pretextos, dificultades políticas, técnicas o económicas, que anularán la retransmisión. Y no sólo es eso: inmediatamente ponen un partido de baloncesto. Ahora arguyen que no televisarán el Sporting-Real Madrid porque tienen a las cámaras ocupadas con las procesiones de Semana Santa. No lo crean. Son impíos. Retirarían las cámaras incluso de las escenas del Juicio Final si en ese momento el Cacaolat saltara a la cancha.
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