Más falsedad que talento
La versión teatral de la novela de Galdós Miau no sustituye a su lectura; si contribuye o estimula a ella, no habrá sido totalmente inútil. Este trabajo se encuentra ante dos obstáculos terribles: uno, meter en un espacio y tiempo teatral una larga crónica de la vida madrileña y política de hace un siglo; Luis Escobar. otro, hacer una equivalencia de aquel tiempo con éste.Lo primero exige talento; lo segundo, falsedad. Quizá esta segunda intención lleve al teatro a rezongones, desencantados o fastidiados, capaces de acoplar cualquier cosa a su crítica. El estatalismo actual es otro, la molestia es o puede ser otra, pero incomparables. Estamos lejos del Madrid de Villaamil, su familia, sus jefes y su sociedad, y mezclar las palabras tan claras y lúcidas de Galdós con la posición política y cultural de Alfredo Mañas es no sólo irreverente, y contrario al patrimonio nacional al que pertenece la obra del gran novelista, sino un subterfugio poco digno.
Miau
De Alfredo Mañas, sobre la novela del mismo nombre de Pérez Galdós. Intérpretes: Carlos Mendy, Ayax Gallardo, Tríni Alonso, Elisenda Ribas, Julia Trujillo, Vicente Parra, Carmen Segarra, Aitor Tejada, Luis Escobar, Luis Maluenda, Femando Tejada, Manuel Peña, José Luis Martínez, José María Vara. Escenografía y figurines: Juan Antonio Cidrón. Dirección: Manuel Canseco. Teatro Lara.Madrid, 28 de diciembre.
La primera dificultad -la de la teatralización de la crónica- no está lograda. Le falta economía artística y de oficio. La primera parte es casi un monólogo dedicado al hambre y la pobreza vergonzante -la que obliga a la ostentación, a la ópera y la sala guarnecidas mientras la mesa de la cena está desierta-; en la segunda se agolpa lo que se puede la narración, desde los antecedentes al desenlace. Se cuenta mal y pobremente.
La intención es la de una teatralidad acuciada; pequeñas escenas ayudadas por carras, forillos, salidas del foso o elementos colgantes; busca de la caricatura; personajes grotescos y corales; un tono melodramático en el desgraciado protagonista, en quien se quiere poner una intención doble, una simultaneidad antes-ahora que no funciona.
Ayuda un poco la ínterpretación de Carlos Mendy, que desarrolla titánicamente su figurón como se lo han mandado autor y director (Canseco), pero consigue que algunas gotas de la humanidad de Galdós traspasen del cartón piedra; de Luis Escobar, que se olvida de su papel y lo resuelve con sus recursos de siempre y con su aura personal, que encanta al público, y da sencillez al Dios soñado por el pequeño Luisito, que representa Ayax Gallardo, muy por encima de las posibilidades de su edad. Los demás no consiguen sacar humanidad del texto que no la tiene.
El público del martes por la tarde -unas 60 personasaplaudió reiteradamente a los actor-es. Si alguno de ellos corrió a comprarse Miau para leerlo o releerlo, para desintoxicarse, eso se habrá ganado. Hay pocas posibilidades.
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