Jürgen Jürgens desencantó al público con la 'Misa en si menor'
El Coro Monteverdi de Hamburgo, que dirige desde 1955 Jürgen Jürgens, actuó con la Camerata Académica el pasado miércoles en el Teatro Real dentro del Festival de Otoño. Después de con ciertos, festivales y giras por Europa y Estados Unidos, la fama definitiva de este grupo vino con el disco. Es un conjunto bien cohesionado y afinado, que, como su director, continúa el estilo y la técnica de Kort Thomas que además suele grabar con excelentes solistas y en compañía de grupos como el Conceatus Musicus, de Nikolaus, Harnoncourt, o el Leonhardt-Consort. De ahí los resultados en los conciertos, madrigales y vísperas de Claudio Monteverdi o en las Siete palabras o La pasión según san Lucas, de Heinrich Schütz. En su actuación en el Real, con la Misa en si menor, de Juan Sebastian Bach, ni los solistas eran de primera categoría, aunque mostrasen hábito e inteligencia, ni el conjunto instrumental exhibió otra cosa que no fuera una aceptable profesionalidad.
El concepto del mismo Jürgens para la Misa en si menor parece frío e indeciso: ni está con el idealismo de Schweitzer, ni con el impresionismo literario y el anexionismo religioso de Spitta, deplorados ya en 1947 por Frangoise Florand, ni mucho menos -con la denominada nueva imagen, que se madura y lanza en el convenio de Maguncia, en 1962, a partir de los significativos trabajos de musicólogos como Blume.
El director del Coro Monteverdi, a lo largo de una partitura monumental, elige en todo lasmedias tintas, con lo que la continuidad musical roza el tedio. La misma línea del coro -tan seguro y flexible- parece huir del legato como del demonio.
La diversidad de la Misa no daña, sino que más bien enriquece el conjunto para dotarle de una gracia escultórica ejemplar, por ejemplo en Et resurrexit. Jürgens no circuló libremente por ese mundo, más afectivo que gravemente sacralizado, y de hecho mantuvo una distancia entre escenario y auditorio. Con ello hubo, para muchos, desencanto.
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